Me encantan los Reyes Magos. Hay que creer en ellos. Me consta que no soy, ni de lejos el que está convencido de ello. La prueba está en los seguidores de esta página, perdón por la autocita, pero una de las entradas más leídas es: Vienen los Reyes Magos.
Otra cosa es distinta es cruzártelos por la calle. Según el autor de esta novela, Carlos Lozano, eso sucede en Vallecas. Así es, uno de los lugares con más identidad de Madrid, convertido en una Judea actual. Con todas las consecuencias.
A su ácida y mestiza realidad tienen que enfrentarse unos magos que distan mucho de ser esos señores bonachones que lanzan caramelos la tarde del cinco de enero y que protagonizan un sinfín de campañas comerciales.
Lozano se ha documentado a conciencia y su rigor y honestidad como narrador lo hace enfrentarse a un sinfín de complejidades para que la historia fluya, para que no chirríe las trasposiciones de culturas, lugares y tiempos de la historia. Así que recurre al mínimo común denominador, la reacción natural de las personas para resolver muchos nudos que para otros autores podrían haberse convertido en duros quebrantos.
Por eso podemos ver la envidia, el racismo, el egoísmo, la insensatez, la inmadurez, y también la generosidad, la entrega, la amistad, la confianza.
Cuando en lo alto es una novela para disfrutar, para dejarse llevar, para firmar ese contrato incondicional que suscriben autor y lector y que en este caso queda sellado desde la primera página, porque es una reivindicación de la vida, es una oda a la magia, la misma con la que todos soñamos en la noche de reyes.
Conoced a Andrea, y a Melchior, Jaspar y Balthasar, son magos.
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