lunes, 21 de noviembre de 2016

Las ciudades tienen que indemnizar al territorio

Las ciudades crecen y crecen, el porcentaje de personas que vive en ellas cada día es más alto. La sociedad se hace urbana y con ella, la cultura, el modo de vida, la manera en que usamos y gestionamos el territorio.

Se celebra en Bilbao el I Foro de Ciudad y Economía, un espacio donde se debaten y visualizan propuestas para conseguir que éstos, nuestros magnos espacios de convivencia sean más atractivos, más eficientes, más amigables, más humanos. Ahora bien, las ciudades crecen sobre si mismas, y es ese su mal endémico.

Dado que el foro vincula la Ciudad y la Economía, pensemos en un esquema básico de funcionamiento económico organizativo. En todas las organizaciones se describen dos tipos de centro: los centros de ingreso y los centros de coste. Aquellos que generan más de lo que necesitan para estar operativos, aquellos que exportan, que surten, que nutren, los centros de ingreso y, en contraposición, los centros de coste, los demandantes de recursos.

Nos pongamos como nos pongamos, las ciudades son centros de coste. Diariamente consumen más alimentos, energía, materiales, agua, aire puro,…, del que producen, el diferencial es abismal, insalvable. Por eso hablar de ciudades eficientes, ciudades sostenibles es una falacia en si misma.
Vivir en la ciudad es caro. No solo para el bolsillo directo de sus ciudadanos en base al requerimiento de gasto diario que supone vivir en una gran ciudad. No, es caro para el colectivo, para la sociedad, para el futuro.

Porque a la vez que crecen las ciudades, crecen sus demandas, el número y variedad de demandantes, y cada vez, los oferentes son menos. Y son oferentes los agricultores y ganaderos, pero también cualquier acción que mantiene el territorio y la biodiversidad, fuente de alimento, agua, oxígeno y energía de las ciudades. Los residentes en las ciudades deben saber, tienen que recordar todos los días que necesitan de un territorio que los surte.

La balanza se descompensa más cada día. La gestión integral de la sociedad requiere prestar atención al territorio, para rehabitarlo, para mantener su biodiversidad, para seguir consiguiendo, como hasta ahora, que sea centro de abastecimiento de las urbes. Resulta necesario incorporar elementos niveladores, por el bien de todos.

Por eso, igual existe un consenso casi unánime con el hecho de que los que más tienen contribuyan más que los que menos tienen, es decir, que la fiscalidad sea progresiva y grave más a aquellas personas y entidades con mayores rendimientos, persiguiendo una política fiscal redistributiva, puede ser igualmente adecuado, incorporar elementos de compensación de los habitantes de las ciudades hacia los territorios rurales y naturales.

De tal manera que, ese uso y consumo de los elementos esenciales para la vida que necesita la ciudad y que toma del campo, sea indemnizado con elementos de redistribución que permitan garantizar que se pueda llevar a cabo una gestión adecuada del territorio, imprescindible por otro lado para seguir manteniendo la vida en las ciudades.

Esas compensaciones pueden ser de carácter fiscal y tributario, es decir, que los habitantes de las ciudades contribuyan en manera más justa al uso de los recursos naturales diarios que consumen y no producen. Y también pueden ser en forma de incentivos para aquellas personas que desarrollen actividades que mantengan el territorio, contraprestaciones a quienes tengan la responsabilidad de conservar unos valores naturales y patrimoniales, pago por servicios a la comunidad a quienes eviten incendios forestales, mantengan limpios y sanos los acuíferos y aguas superficiales, preserven variedades locales y razas autóctonas.

Si hablamos de Ciudad y Economía, no podemos olvidarnos nunca que los ciudadanos viven cada día gracias a los que no lo son.

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