lunes, 1 de septiembre de 2008

Sur

Nuestros vecinos siguen disfrutando de sus vacaciones en verano, y sobre todo en agosto. Este año, además, hemos vuelto a ser más playeros que nunca, siempre ha resultado la opción más práctica, fresquita, segura y barata.

Ahora volvemos a nuestros pueblos y ciudades, con las pilas no tan cargadas como presumimos, y con un puñado de buenos objetivos en el bolsillo. Suele estar entre ellos el superar la rutina y el tedio diario que tan alto muro se nos parece hacer para los próximos meses.

En estas vacaciones, más de uno aprendió a superar rápido el momento en que se abandona cualquier pose o artificio; relajó su actitud y aparcó toda aspiración que no fuese disfrutar. Otros, siguieron comprobando, al aumentar sus horas de convivencia en familia que “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, y volvieron a pedir consejo a John Gray. Y también aparecieron nuevos admiradores de los profesores, que intentaron formar un club de fans, tras haber intentado organizar una tarde de juegos para los más pequeños de la familia y los amigos.

Ahora que, en estos días, las aves sienten la llamada del Sur, curiosamente, para volver a casa, muchos cogieron camino al norte, abandonando las tierras sureñas, pero llevándose en la mochila un trocito de ese Sur. Entendido como un estilo de vida. “El Sur reivindica para sí la lentitud, la sensualidad, la belleza, el cuidado de los otros, la alegría. En el Sur no deben de tener prisa ni los pensamientos, ni los coches, ni los desnudos”, canta Luis García Montero mientras disfruta del atardecer en Punta Candor.

Mientras cogemos velocidad de crucero, debemos tener presente que vivir con prisa, es una peligrosa costumbre, porque nos hace dogmáticos al mismo tiempo que nos impide ser dueños de nuestras opiniones. Quien vive con prisa dice lo primero que se le ocurre, lo que corre al lado de él, anda con la cabeza y piensa con los pies.

El Sur como metáfora, no sólo es útil para las frías noches de invierno, puede convertirse en un acto de responsabilidad propia, puede llenar algo más las alforjas de nuestra sabiduría para vivir la vida.

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