domingo, 26 de octubre de 2008
Las Cosas del Campo
En los próximos meses, será centenario, como los más ilustres habitantes de nuestros campos. Por él, y por esos árboles han pasado mil vientos, mil lluvias, mil soles. Y todos les han enseñado, los han modelado, los han forjado, para que puedan servirnos de ejemplo y referencia a muchos.
José Antonio Muñoz Rojas, cumplirá en unos meses, 100 años, y es la causa principal que ha esgrimido la comisión asesora del Centro Andaluz de las letras para proponerlo autor del año, decisión que será anunciada el próximo día de la lectura, 16 de Diciembre.
José Antonio, quizás porque la fama, la considera “muy pesada”, lleva una vida tranquila y retirada en su cortijo antequerano de la Casería del Conde, donde, desde hace unos años, lee y recuerda más que escribe.
Y es, sin duda, uno de los autores, no tan populares y conocidos, y, desde luego, no tan leído como su poesía y su prosa se merece. Su amigo, Dámaso Alonso, cuando se publicó, “Las cosas del campo”, en 1.951, le dijo: "Has escrito, sencillamente, el libro de prosa más bello y más emocionado que yo he leído desde que soy hombre". Antonio Burgos, dijo, en 1.998, que, a, las cosas del campo “yo,lo echaría a pelear con Platero, o con Ocnos, como mejor prosa poética del siglo XX español”. Un par de breves fragmentos:
Cuando florecen las encinas:
"...Y de pronto hay un estremecimiento y el árbol comienza a vestirse, y toda aquella dureza, aquellas ascesis, se expresa en purísimo temblor, en goterones de ternura que la llenan toda, que la ponen como llovida de belleza, enmelada, soñadora, sauce sin río en el monte, con toda la fuerza de la encina y toda la melancolía del sauce..."
Sobre las tórtolas:
"Están recién llegadas. Ya empiezan a atar olivo a olivo, con susurro y con vuelo, con abaniquillos blancos que se abren y los van zurciendo. Yo no sé por qué el zureo de la tórtola abre en el campo al alma unos tan largos túneles de ternura, unas penumbras tan frescas al oído..."
Didáctico y sabio, Muñoz Rojas, realiza continuamente invitaciones a la observación, al descubrimiento, a palpar los placeres de este entorno tan nuestro, y casi nos riñe a los que dejamos caer en el olvido esta cuestión vital. En la introducción a la edición de 1.975, nos recuerda : “...el campo saca incansables bellezas escondidas y acumuladas, las renueva y ofrece sin tasa a los ojos y al alma de quienes quieran gozarlas. Advierte con su descansado silencio que sólo volviendo a él encontrarán los hombres lo mejor de ellos mismos. ¡Ay de los que lo olvidaren!”.
Escribiendo sin presiones, sin ansiedad, sin codicia, Muñoz Rojas, ha ido labrando una obra tan preciosa y valiosa, como inadvertida, seguida por unos pocos incondicionales que si saben lo que, el corazón de este viejo labrador puede transmitir y darnos. El mejor homenaje que podemos hacerle, es, conocerlo, leerlo y decirlo, para que, también otros, puedan disfrutar con su obra
“¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barrancos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus caminos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocultos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo. En la más dura coscoja, en la mantilla más oculta, en vuelo y en terrón, en todo te he buscado.”
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