Gobernar no es nada fácil, la complejidad de empuñar con firmeza el timón es una tarea única y agotadora. Para los que han tenido la oportunidad de experimentarlo, un gozo, si la responsabilidad no lo superaba. Ejercer el gobierno en tiempos críticos, hay que reconocer que es un ejercicio de equilibrio sin red abajo, no apto para hipocondríacos.
Ethan Kapstein y Nathan Converse, estudiaron las 123 democracias que nacieron entre 1.960 y 2.004. Fueron 4 en Europa Occidental, 21 en Europa Oriental, 26 en Latinoamérica y 3 en Oriente Próximo y África. El resto, 69, en el África subsahariana. De todas ellas, 56, es decir, casi la mitad, sufrieron “crisis” prematuras que las revirtieron en sistemas autoritarios.
No aparecen datos sobre la relación entre estas reversiones, y por ejemplo, el nivel de crecimiento económico de la economía, o el nivel de renta per cápita, o índice de analfabetismo. Si se sabe que, en el 70% de los casos de democracias que cayeron en regímenes autoritarios, el jefe de gobierno del estado democrático operaba con escasos controles a su gestión.
Aunque los regímenes autoritarios, que operan a nivel internacional, exclusivamente con algunos amigos de conveniencia, lo sufrirán aún más, el efecto se va a trasladar en los próximos meses a otras democracias del mundo.
Resulta una incógnita si del nuevo orden mundial que se dibuja ahora, saldrán fortalecidas las autocracias egipcia o venezolana, las democracias turca o brasileña, o si el gobierno de China está más capacitado para defender su estado que la España ligada a la Unión Europea.
A día de hoy, si que veo una relación causa efecto entre la caída de algún concejal y un constructor de su municipio. Lo mismo ocurre, aunque de una manera más dilatada y elegante, entre la dependencia de algunos gobiernos con su sistema bancario. Ya les ha pasado a algunos, aún quedan otros. Espero que, en un par de años podamos contar que hay nuevas y fuertes democracias que aprenden de las actuales.
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