“ t x0 d -”. La ventana emergente del Messenger lo sorprendió. Estaba concentrado en su trabajo, redactando un informe. Curioso porque en los últimos tiempos le costaba muchísimo concentrarse, así que, cuando, por el rabillo del ojo descubrió la ventana tuvo un pulso de enfado.
Pero el golpe de vista fue contundente. Sus dedos dejaron de teclear, el bloqueo subió desde el estómago y con rapidez eléctrica llegó a la yema de los dedos.
Muchos meses, demasiados ya, hacía que no aparecía un mensaje de ella, ni en el msn, ni en el correo electrónico ni en el teléfono, aunque la tenía en su pensamiento, aunque su corazón la buscase a diario, la realidad era que había dejado de tener presencia en su vida.
Con los ojos empañados pinchó con el ratón y tecleó, “¿Dónde estás?”.
Lo había pensado y maquinado en múltiples ocasiones, lo tenía previamente decidido, si ella lo quería, el acudiría a su llamada, por eso, los dedos pulsaron instintivamente las teclas deseadas sin esperar la orden del cerebro.
Habría acudido sin recibir la llamada, estaba vencido, rendido a sus pies, entregado; pero le habían cerrado la puerta hacia tiempo ya. “No vuelvas a marcar este número en tu puta vida”, leyó en su móvil una vez y mil veces se repetía en su pensamiento.
Su mente se revolucionó. El mensaje no podía deberse a la nostalgia, la sabía fuerte y terca, así que se empezó a hacer preguntas sobre las causas que habían motivado la ya dichosa ventana. En casi año y medio la vida trae tantos cambios como la marea, así que las posibilidades de respuesta a esa incógnita se multiplicaban.
La vista clavada en la pantalla, el corazón acelerándose y el horror de que pudiera no darse respuesta empezó a invadirlo y ahogarlo. Se dio cuenta que había sido agresivo y que su pregunta requería una respuesta demasiado exigente y que por eso, no iba a llegar nunca, pero las apuestas de tanteo hace mucho que pasaron en este juego, cada jugada iba a ser a todo o nada, había tenido demasiado tiempo para madurarlo y el libro de tácticas y estrategias quedó obsoleto.
No, no era momento de tácticas y estrategias, llegó el momento de actuar. La mente acelerada le devolvió el poema aprendido de repetirlo
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
jueves, 11 de junio de 2009
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2 comentarios:
Precioso Antonio, simplemente precioso.
Un abrazo,
Rafa.
Al final todo se queda en palabras, yo solo te pedía que vinieras.
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