viernes, 31 de julio de 2009

Incredulidad

Aceptamos como reglas del juego que, en el mundo de hoy, todos somos vecinos. Entendemos la rápida propagación que está teniendo el virus H1N1, extendido ya ha nivel planetario.

En una casi perfecta demostración de las teorías de Darwin, dos veces al año, una en cada hemisferio, se genera una epidemia, originada por un virus que se extiende adaptándose y mutándose rápidamente.

Charles Darwin tenía 22 años cuando le propusieron enrolarse como naturalista en un pequeño barco de la marina británica, el Beagle. Había sido mal estudiante y estuvo a punto de convertirse en sacerdote, no por pura vocación, sino porque parecía que no podía servir para grandes cosas. También había dejado la carrera de medicina cuando no pudo soportar ver una operación de un niño sin anestesia. Así que, cuando le llegó la oferta de dar la vuelta al mundo haciendo mediciones geográficas, aceptó encantado

En el proyecto, se esperaba encontrar pruebas biológicas de las verdades bíblicas, pero Darwin descubrió justo lo contrario. Y tardó algo más de veinte años en digerir la inquietante idea de que el mundo es absurdo e insensato. En 1847 escribió “Estoy casi convencido de que las especies no son (es como confesar un asesinato) inmutables”.

La familia de Darwin mutiló su Autobiografía, dejando fuera todos aquellos párrafos donde el meticuloso y siempre agradable científico dudaba sobre la existencia de Dios. Probablemente también contribuyó a ello las matanzas de indígenas que presenció en Brasil y Argentina. “El Antiguo Testamento, debido a su versión manifiestamente falsa de la historia del mundo (…) no es más de fiar que los libros sagrados de los hindúes o las creencias de cualquier bárbaro”. Darwin concluía “la incredulidad se fue introduciendo subrepticiamente en mi a un ritmo muy lento, pero al final acabó siendo total”.

La globalización está acelerando muchos de los procesos definidos por Darwin, la globalización acelera la incredulidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy ya sabemos que el Antiguo Testamento no puede explicar científicamente la historia del mundo. Fueron los humanos los que se empeñaron en que así fuera y eso fue lo que confundió y frustró a Darwin. Por otro lado el ímprescindible legado de Darwin, en mi opinión no explica por sí solo el orígen de la vida, aunque es indudable que es de gran ayuda para formular hipótesis.

Yo entiendo que religión y ciencia no tienen por qué estar reñidos. Al menos en lo que yo conozco, el mensaje de Cristo, no me parece que lo esté...

Opinión de Álvaro