La Laguna del Prado en la Redondela es una auténtica joya,
una maravilla. Es tan cercana como desconocida. Sus valores naturales la
convierten en un rincón único en muchos kilómetros a la redonda y su riqueza
pasa demasiado desapercibida para el público general, incluso para los propios
habitantes de la zona.
Su carácter es en sentido amplio, estacional. Cuando el año
llega favorable y conserva la suficiente agua hasta la entrada del verano, sus
apenas dos hectáreas húmedas desbordan vida, es el único lugar donde se encuentra agua
dulce de manera natural en muchos kilómetros de costa.
Está llena de curiosidades y singularidades animales y
vegetales, incluso su propia historia geomorfológica es realmente interesante.
En sus inicios no fue más que una ribera costera, al parecer una pequeña bahía
en la que desembocaban los arroyos directamente al mar. El lento pero continuo
modelado de la costa fue creando el sistema de marismas, antecesor del que hoy
conocemos, y la zona del prado formaba parte de esa red marismeña, llegaron a
explotarse unas salinas en ese terreno hace unos dos siglos.
La “reciente” construcción de las carreteras que unen La
Redondela con Pozo del Camino e Isla Cristina, pero sobre todo la construcción
de la línea férrea Gibraleón-Ayamonte levantaron auténticos diques de
contención que impiden la salida del agua que aportan los arroyos del Prado y
Valdeinfierno a la marisma. El tapón de la salida natural del agua de los
arroyos ha creado la laguna tal como hoy la vemos.
La vegetación palustre de la zona es digna de estudio y
elogio, prueba de ello son los interesantes trabajos realizados hace unos años
por el profesor Pérez Chiscano, en los que comprobó que, además de las
llamativas colonias de lirio acuático, carrizos y eneas, existen otras muchas
de gran relevancia científica. Hasta cien especies diferentes de vegetales
llegó a encontrar por metro cuadrado.
Esa vegetación, alimentada por el agua dulce de los arroyos
es la que, a su vez, soporta, alimenta y da cobijo a la colonia de aves de la
zona, la que sin duda otorga especial relevancia, notoriedad y valor ecológico
a la laguna. Cuando las lluvias llegan pronto, y en los meses de diciembre y
enero la laguna está formada, la comunidad de aves invernantes es un
espectáculo. Anátidas y limícolas son las estrellas, y pueden observarse, según
el momento, decenas e incluso centenares de patos cucharas, anades frisos,
porrones, silbones, patos colorados, rabudos, zampullines, etc.
Pero es la primavera, y con ella la época de cría la que
confiere a este espacio un carácter único. El agua dulce hace que acudan a ella
decenas de especies que no encuentran el vital elemento en las marismas ni en
la costa. Es visitada por los aviones zapadores, por los abejarucos, por los aguiluchos
cenizos, por las espátulas, por las gaviotas, por las avocetas, por las
canasteras. Las colonias de golondrinas comunes y dáuricas, aviones y vencejos
tienen aquí su principal fuente de alimento. Y lo que es más importante, sirve
de lugar de cría para azulones, fochas, cigüeñuelas, andarríos, cigüeñas y en
los años excelentes, como está resultando el presente de 2012, acuden también a
criar otras especies mucho más singulares como son el aguilucho lagunero, el
calamón, el avetorillo, el martinete, el andarríos chico, el zampullín chico o
la garza imperial.
Y en el más difícil todavía, como en el circo, este año se
ha afincado en la laguna una nueva especie de la que no he encontrado citas
previas, el morito común (Plegadis fascinellus), un tipo de ibis, que como lo
describía la señora con la que compartí la observación “¡preciosos, preciosos!,
son preciosos!”, era todo lo que le salía.
Aunque es bastante improbable que haya conseguido criar (lo
comprobaremos en las próximas semanas), la sola presencia de la especie en la
laguna otorga un nuevo aliciente, un nuevo y poderoso motivo para cuidarla,
para conocerla, para valorarla. Si es que no había ya suficientes, claro.
Y como hay que ser ambiciosos, y soñar no cuesta nada, sueño
con volver a ver en la zona a ilustres de antaño como la pagaza piconegra o los
fumareles. Adecentémosles las casa, preparemos una fiesta de bienvenida.
3 comentarios:
A mi me suena esa foto del morito...
La foto del morito es cortesía de Pablo Ortega, tomada hace muy poco en la zona de La Janda.
Según el propio autor es una alegoría de la paloma de la paz. Me pareció la más oportuna para celebrar la llegada de la especie a la laguna del Prado.
Aprovecho para darle las gracias publicamente!!
Sin duda una joya que se esta arenando con masa de tierras de cultivo. Por no cuidar los causes de agua fluviales y obstruyendo todas las marismas. La prueba la tenemos en la cantidad de carrizo q invade cada año mas la laguna. La belleza de este espacio tiene el tiempo contado y medio ambiente lo sabe, por no dejar q se limpien las marismas, de esa masa de tierra fertil. Que se pierde todos los años y que se acumula año tras año en este espacio.
Publicar un comentario