El
anuncio sobre el comienzo de programas de clonación de animales salvajes hecho porBrasil, abre la página de un capítulo que ya estaba escrito hace tiempo pero
que nadie se estaba atreviendo a firmar.
La
razón y argumento básico, evitar la desaparición de especies es rotundo y casi
irrebatible. Pero no es ese el tema, en el mantenimiento de la biodiversidad
estamos todos de acuerdo.
Y en
que los avances tecnológicos deben aprovecharse para grandes causas también.
Los métodos y procedimientos están absolutamente testados. Completar bancos de
genes, generar inmunidad ante enfermedades y ser capaces de motivar nacimientos
de animales y plantas de manera asistida, los cuales no hubiesen podido
producirse de manera natural, son hechos que hace apenas unos años eran ciencia
ficción y hoy una realidad diaria para muchos.
La
cuestión está en elegir la mejor vía posible para la conservación. Y para mi,
la opción aún válida hoy es la de la conservación de los ecosistemas de manera
integral, es decir, poner en acción las medidas necesarias que permitan que la
vida siga abriéndose paso por sí sola como lo lleva haciendo miles, millones de
años.
Porque
ponerse a clonar animales, primero para los proyectos de investigación, después
para los zoos y por último para liberarlos supone, de manera implícita
claudicar ante la pérdida de masa forestal, el furtivismo las actividades
agresivas con el medio natural y el deterioro general del planeta.
No tardarán
en aparecer mecenas de proyectos de clonación, normalmente los mismos que, por
otro lado necesitan utilizar los recursos naturales para obtener los fondos y beneficios
que después maquillarán con donaciones a proyectos de ese tipo. Es fácil
imaginar a papeleras, petroleras, metalúrgicas y laboratorios esponsorizando la
clonación de jaguares, quetzales o delfines rosados.
Y
abierta la brecha, el efecto llamada, el efecto imitación está servido. Decenas
de países en todos los continentes tendrían en esta fórmula un potencial
impresionante para captar fondos económicos y turismo después. Eso sí, y para
poner un poco de ironía, ya no tendría sentido hablar de mercado negro de
marfil, dientes, pelos, plumas, huevos, pieles, huesos, estarían a disposición
según demanda.
No,
la clonación no es la receta para la conservación. Me parece una pésima noticia
que un país emblema de biodiversidad tome ese camino. Que convirtamos el mundo
primero en un gran laboratorio, después en un gran invernadero me parece que es
uno de los grandes motivos de tristeza de los últimos años.
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