sábado, 15 de junio de 2013

Hipotecar la costa, hipotecar futuro


Fin de curso, apretura de la caló, hora de planificar vacaciones. En realidad, de concretar nuestras escapadas veraniegas si es que aún no lo hemos hecho, ya el tiempo juega en nuestra contra y debemos elegir definitivamente destino y cerrar esa reserva, ese acuerdo de alquiler. La mayor parte de los españoles están en esta tesitura en estos momentos.

Los propietarios de destinos turísticos van algo por delante lanzaron hace semanas sus ofertas. Los mejores emplazamientos, los mejores precios ya no existen, alguien ya se los llevó, así que toca rebuscar para acercarnos a ese lugar BBB de disfrute durante unos días.

Un portal de internet acaba de publicar precios de alquileres en la costa. Isla Cristina vuelve a destacar. En esta ocasión porque es el lugar del litoral español donde más ha subido el precio del alquiler en el último año, un 16,3%. Cierto es que en otros lugares como Rota (7,8%), Chiclana de la Frontera (7%) o Benalmádena (1,6%) también han aumentado sus precios. Pero otros como Cádiz ha descendido un 9% sus precios y Sanlúcar de Barrameda un 8,5%. En la mayoría de destinos, el precio ha bajado, el resultado medio en Andalucía es que el alquiler de viviendas ha descendido en el último año un 3,7% y ha registrado un precio medio de 6,50 €/m2. En Isla Cristina el precio se sitúa en 9,49 €/m2, siendo la localidad con los precios más caros de Andalucía.

Bien es cierto que los datos han sido obtenidos por una empresa privada y sólo los avalan datos la rigurosidad de sus profesionales, los 1.260.047 inmuebles registrados y los más de 12 millones de visitas. No es un dato riguroso podría decir algún estadista, a mí, me resulta muy revelador.

Puede ser que el resto del mundo haya terminado de descubrir este bello rincón de la costa del sol, al suroeste de la península y que se valore más que nada, puede ser que las leyes de la oferta y la demanda, la transparencia del mercado y la libertad de precios hayan triunfado. Puede que todos esos ingredientes y el buen hacer de propietarios, gestores y promotores hayan contribuido, pero hay otros factores como la disminución del número de viviendas en alquiler, la legalización de los contratos, o incluso las propias apreturas de los propietarios que han visto disminuir en los últimos tiempos otras fuentes de ingresos completen la explicación. Si preguntamos en la calle, la versión es radicalmente distinta y todos los propietarios se quejan de los regateos y de que, a estas alturas de junio, aún quedan muchos pisos disponibles para alquiler.

Veremos si esta subida de precios en Isla Cristina es una cuestión coyuntural o si el consistorio isleño puede empezar a frotarse las manos. Si se mantienen la demanda y los precios, tendrán la vía perfecta para poner en marcha una revisión del PGOU. Aunque el último intento se quedó en la estacada, detenido por los tribunales hace poco, la expansión urbanística del municipio, una vez retocada y maquillada adecuadamente, podría ser de nuevo impulsada. Nada le vendría mejor a las deterioradas arcas municipales.

La reforma de la ley de costas ofrece un colchón envidiable, al haber amnistiado el municipio, los arquitectos, aparejadores, proyectistas y demás gente lista que mete el dedo en los mapas, tienen campo libre: para acorralar la marisma, para enclaustrar a los pinos, para tapiar los yacimientos arqueológicos, para ahogar en definitiva en su propio ladrillo el encanto isleño, ese que precisamente ahora parece ser valorado.

Hay otra regla en economía que se denomina la gestión de la oferta. Consiste en tener un producto que se vuelva codiciado por su escasez, que el precio deje de ser relevante por su exclusividad. Las perlas negras, los vestidos exclusivos de modistos, las joyas personalizadas son buenos ejemplos. La gestión de la oferta pone en valor el margen en vez del volumen. Escasas entidades son capaces de poner este tipo de estrategia en marcha.

De otro lado, justo ahora, hay en marcha en Andalucía una Iniciativa Legislativa Popular que pretender poner un poco de sensatez y sentido común en el desenfrenado urbanismo del litoral y que intenta, por la única vía legal posible que tienen los ciudadanos, evitar que acabemos asfixiados por nuestra propia codicia.

Los últimos años no han parado de crecer ejemplos que demuestran que el crecimiento por si mismo es un error. Demasiados propietarios de viviendas andan colgados con sus hipotecas, los gestores de los hoteles no saben hacia dónde tirar, los bares acaban llenándose tres o cuatro noches sólo en el mes de agosto, los contratados para la campaña de verano cada vez tienen peores condiciones. Como el globo del niño, en cuanto dejas de soplar, se desinfla.

Tenemos potestad para elegir, para decidir cómo queremos que sea el entorno en el que vivimos. Esa fantástica opción exige a la vez responsabilidad. Responsabilidad actual y futura. Urbanismo de sol y playa en la costa es hipotecar el futuro. Apostar por ese modelo tiene escasa o casi nula irreversibilidad y por el camino nos estaremos dejando el patrimonio y los recursos naturales y etnográficos que son hoy valorados por los habitantes permanentes y temporales de la costa. Isla Cristina y otros muchos lugares costeros no se entenderían sin sus dunas, sin su pinar, sin sus rasgos singulares de pueblo, sin su puerto pesquero al que todos los días llegan los barcos con pescado fresco, sin sus calles tranquilas, sin el silbido de cigüeñas y vencejos, sin el olor a sal que todo lo invade.

Evitemos espejismos. El cordero de oro del alquiler de viviendas en verano no es la solución para ningún pueblo de la costa española y andaluza. Lo que realmente lo hace valioso es que cuando pronuncies su nombre, te corra por las venas las sensaciones de las experiencias allí vividas. En pocas de ellas estará el olor a ladrillo.

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