martes, 20 de mayo de 2014

Oda al Proco


El Proco está en la avenida Manuel del Valle pero tiene todo el carácter de bar de callejuela. El Proco está en el segundo anillo de extensión de la ciudad, pero tiene todo el sabor y solera del centro. El Proco está en puro sitio de paso pero respira ambiente familiar dentro y fuera de la barra.

Tiene todo lo necesario. Buena gente, remanso tras la tensión diaria y una espuma fresquita en lo alto del vaso, ideal para un soberbio remate de jornada. Cerveza fría, tapas clásicas, de esas esperables y deseables, elaboradas con los ingredientes y procedimientos más genuinos. Y caracoles.

No conozco ninguna otra tapa singular y de temporada que arranque tantas pasiones entre los aficionados y tantas rivalidades entre los locales que los sirven. Ahora llega el momento culminante para unos y otros, porque la de mayo, es la mejor caracolada. Lo avisa el refranero: “Caracoles en abril, prepara cera y pabil” (o sea prepárate a morir); “Ni mujer ni caracol, cuando en julio abrasa el sol”

Aprendí a apreciar los caracoles en el Proco. Los diferentes bichos, su procedencia, su proceso de limpieza y aliño. El fuego a gas propano proporciona el calor justo y necesario. Detalle crucial a cuidar, la temperatura al ser servidos. Y el vaso de caldo, clarito, calentito, con ese rasgo de color y sabor claramente identificativo.
Hace esquina y tiene sus dos puertas en L, para que los gorriones puedan entrar por una y salir por la otra. Ventiladores, desde luego nada de aires acondicionados que secan la garganta. Tragaperras, tiza en barra, vitrina alta en el expositor como manda la ortodoxia. Cada cliente habitual, cada parroquiano por su nombre, y nada de preguntar qué se toma, a mucho apurar, un lánguido, lo de siempre.

Si tuviese que materializar un placer mundano sevillano, desde luego sería una platerita de caracoles en el Proco.

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