Es una expresión tipo sentencia que siempre llamó mi atención. No se hará esto mientras yo viva, esto no cambiará mientras yo viva. Esto siempre será así mientras yo viva.
Inmovilismo mientras yo pueda comprobarlo.
De pequeño yo pensaba, claro, eso sí, pero, ¿y después?, lo que pasara después le da igual al que ha dictado esa sentencia. Pero claro, eso un niño no podía decirlo, era sopapo asegurado.
Ese tipo de actitudes, ser inmovilista convencido que se tiene en propiedad la verdad, se convierte en la rémora del desarrollo, de la evolución y del crecimiento. Son la semilla de la mutilación de la iniciativa, y del miedo a equivocarse.
Es que no hay nada peor que salirse del mientras yo viva y cometer un error, porque dicha impertinencia se convierte en estigma perpetuo, un lastre que obliga a reclinar la cabeza gracias a la memoria y a la recurrente mirada que martillea te lo dije.
Lo que hoy me llama la atención, es que los defensores del mientras yo viva que puede conocer y conozco, se definían y los que siguen diciendo, como personas religiosas, la mayor parte de ellos católicos, es decir, son personas convencidas de que existen otras vidas. A ello es necesario añadir, como he podido comprobar en muchas ocasiones, que sus ideas políticas están en el entorno del nacionalcatolicismo, y con todo eso, es cuando logro explicarme muchas de las razones por las que la sociedad funciona tal como lo hace actualmente.
La única explicación de que estén tan convencidos de su verdad, de que sigan pensando así es que es una fórmula de éxito para unos cuantos que atesoran mucho poder político, económico y sentimental. Una balanza desnivelada y cruel que deja fuera y abajo a gran parte de sus iguales.
Y yo, es curioso cómo me da por reflexionar sobre estos temas, recurrentemente, en la cuaresma sevillana.
jueves, 23 de marzo de 2017
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