El fundamento científico de los límites del crecimiento
económico se encuentra en la ciencia de la Física cuando Sadi Carnot enuncia la
segunda ley de la termodinámica. Porque Carnot se topa con el fenómeno de la
entropía cuando logra enunciar en esta ley, que las transformaciones de la
energía en sus distintas formas (calor, movimiento, etc.), no son totalmente
reversibles.
La economía se basa en estas transformaciones, por tanto, la
economía también se topa con el muro de la entropía. Carnot respalda y
consolida lo que ya Malthus anunciaba. Sin embargo, nadie parecía necesitar de
esta circunstancia. Hasta la década de 1960, los profesores de economía en las
universidades alucinaban con los círculos virtuosos del crecimiento, se
encargaban de poner la guinda a los denominados “Treinta Gloriosos”. No es
hasta la década de los años 70, cuando se plantea de manera trascendente la
cuestión ecológica en el seno de la economía.
Es entonces cuando Georgescu-Roegen incorpora la entropía en
las relaciones bioeconómicas. Tomando la base del modelo de Newton, el pensador
rumano, se da cuenta que la economía excluye la irreversibilidad del tiempo, es
decir, la economía ignora la entropía, no tiene en cuenta la segunda ley de la
termodinámica.
Georgescu-Roegen denuncia cómo, los desechos y la
contaminación no entran en las funciones de la producción estándar. Demasiados
modelos adolecen de ese enorme cajón desastre que, a modo de refugio tiene el
título de externalidades o variables imponderables. Dice Yves Cochet: “La
teoría economista neoliberal esconde, tras una elegante matemática, su
indiferencia respecto a las leyes fundamentales de la biológica, de la química
y de la física y en especial las de la termodinámica”.
En un puro afán por superar esta restricción, toma fuerza
ahora el concepto de economía circular, esa estrategia que tiene por objetivo
reducir tanto la entrada de los materiales como la producción de desechos
vírgenes, cerrando los «bucles» o flujos económicos y ecológicos de los
recursos. Economistas, empresas, gobiernos están abrazando este concepto para
optimizar la dinámica económica.
No podemos autoengañarnos. El proceso productivo
economicista real no es puro, mecánico y reversible. En la práctica, el modelo
es, sigue siendo netamente antrópico. Por eso, el crecimiento económico
infinito es, física y radicalmente falso. Es la naturaleza, la biología la que
define los límites, la ley suprema y la economía, una aplicación subrogada.
Los desórdenes climáticos que ya estamos sufriendo son
consecuencia de las locuras de ayer. Levantar la vista y mirar al horizonte es
una necesidad. Tenemos que hacer una doble revolución, cultural y social, pero
eso no significa violencia, guerra y sangre; considerando eso sí, las
resistencias de los pocos que hoy se benefician del modelo. La clave pasa por
reconocer la irreversibilidad de los acontecimientos. Anticipa Gorz: “la
civilización capitalista va inexorablemente hacia su hundimiento catastrófico;
no hace falta una clase revolucionaria para abatir el capitalismo, él cava su
propia tumba y la de la civilización industrial en su conjunto”.
Sea como fuere, la solución no pasa por quedarnos en el
balcón viendo pasar los sucesos, dice Geneviève Decrop en Utopía: “Sin la
hipótesis de que otro mundo es posible, no hay política, solamente gestión
administrativa de los hombres y de las cosas”
1 comentario:
Has escrito una gran verdad. Es buenísimo el artículo. Enhorabuena. Que tomen nota y reflexionen los ciudadanos y ciudadanas y la élite política. Hay que darle mucha difusión. Los procesos circulares no suelen ser los mejores, suelen originar estancamiento.
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