Cuando las palabras tienen la misma raíz nos sirve de pista
para saber que la coletilla, lo que a continuación viene, pueden tener que ver en
el arranque y que, a continuación, la parte final pueda llevar a mundos bien diferentes.
En los sectores económicos, la mayor parte de las tesis políticas pretenden
hacernos elegir entre dos caminos: Sectores Tractores y Sectores Tradicionales.
Los sectores tractores son aquellos que, gracias a su fuerza
motriz, a su hipotética capacidad para generar riqueza y empleo de manera rápida y exponencial, permiten transformar
el futuro. Los sectores Tradicionales parecen ser aquellos hacia los que hay
que tener cierto cariño y respeto, como a los mayores y que desprenden cierto
aire romántico pero escasa practicidad en cuanto a eficiencias y economías de
escala.
Los programas políticos, los grandilocuentes discursos de
los presidentes de grandes corporaciones en las asambleas anuales parecen simular
el ruido de un tractor. Brurrumm, Brurrum. Más es mejor, más grande y rápido es
más beneficioso. De otro lado, el que habla de agricultura tradicional, de
artesanía, de mercado de proximidad, de canal corto, tiene un halo de anacoreta
trasnochado que tiene poco futuro lejos de su cueva.
Como si de elegir entre el entre el cariño de
papá y mamá se tratase, nos colocan en el direte, como a niños. Ambos modelos tienen la misma raíz, pero nos llegan por caminos totalmente diferentes.
Los sectores tractores tienen basada su competitividad en la
innovación tecnológica, en la capacidad de comercialización y en el mercado
global. Puede generar grandes bolsas de empleo rápidamente, pero de escasa
cualificación y fácilmente sustituible en caso de aumento de costes sociales o
conflicto laboral. Pueden trasladarse con la misma rapidez con la que se
ubican. Ni tan siquiera sus clientes están en el lugar que se ubican. Los sectores tractores son mercenarios.
Los sectores tradicionales están basados en la idiosincrasia
del territorio. Su clima, su cultura, su identidad, las capacidades de su
gente. Su core no está en la comercialización sino en el modelo productivo,
ofrecen productos y servicios a clientes cercanos, generan empleo diferenciado
y singular. Tiene una estrecha vinculación y dependencia con el territorio en
el que se encuentran, no son trasladables ni extrapolables. Los sectores
tradicionales son vertebradores del territorio y la sociedad.
Una hamburguesa con look norteamericano, puede comerse en cualquier lugar del mundo sin importar el color de la gente que pasee por la calle. Un retinto, un segureño, una angus, una beefmaster, un criollo se asocia a un territorio.
Bienvenida la instalación de industrias tractoras en un
territorio cuando se reúnan las condiciones adecuadas y la relación sea libre y
a la par, nunca invasiva ni extractiva. Dejarse deslumbrar es un error con patas muy cortas. Hipotecar el futuro de un
territorio a la generación de este tipo de empleo y riqueza es un boomerang.
Acabarán yéndose cuando la fuente se agote, cuanto llegue una mejor oferta.
Cualquier modelo de territorio que quiera diseñar una
estrategia de mejor futuro tiene que tener en consideración aquellos factores
que le han permitido llegar hasta la actualidad, porque, muy probablemente son
los mismos que le van a permitir seguir avanzando con paso firme. Poner en
valor los recursos propios reduce significativamente la dependencia exterior y
mejora la singularidad, la diferenciación y la especialización social,
económica y cultural.
Cuando comencemos a pronunciar TRA, no caigamos en la
trampa, pensemos primero en TRAdicional. A continuación, apalanquemos con innovación y diferenciación.
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