Un suceso es extraordinario por dos posibles razones, o
por su magnitud o por su frecuencia.
Extraordinario implica que es muy difícil encontrar algo
similar. Esto es, extraordinario, es algo grandísimo o bien algo que no ocurre
nunca.
Ante una situación grave inesperada se toman medidas
extraordinarias. Los desastres naturales son causa de adopción de medidas excepcionales,
extraordinarias.
La normativa, la costumbre y el discurso de los
responsables hablan de medidas extraordinarias como mecanismo para paliar los
costes, las pérdidas, las consecuencias de la sequía. Así, seguimos
considerando la situación de déficit hídrico instalado como una anomalía,
tomando como referencia unos registros históricos de los que tenemos que
valorar su vigencia.
Existe ya un error estructural de definición de la
situación. La sequía ha llegado para quedarse, todos los estudios, informes y
predicciones así lo acreditan. Tenemos que ser conscientes que el recurso más valioso,
el agua, va a ser cada vez más deficitario.
Con una mano se trata de paliar la extrema situación de
los que su vida depende de lo que cae del cielo, y con la otra se sigue
hablando de ampliar el número de hectáreas en regadío, de duplicar el número de
plazas hoteleras en la costa (véase el último acuerdo de pleno del ayuntamiento
de Almonte respecto Matalascañas). Vuelve el modelo que nos lleva al desastre:
producir mucho y barato, la construcción como sector base de la economía.
Mientras los sensatos hablan de cambios en el tipo de
cultivo porque hay comarcas enteras que no van a poder seguir soportando el
tipo de cultivo que hay hoy, mientras queda demostrado que la masificación del
turismo exprime el territorio y su gente, las supuestas soluciones que se
adoptan en materia de agua son torpes y estúpidas huidas hacia adelante.
Espejismos en el camino que reparten miseria.
Tenemos que acostumbrarnos a que lo sucedido en 2016, en 2017 no es extraordinario, es lo que tenemos que aprender a considerar normal. Eso implica modificar de manera sustancial nuestro uso de los recursos hídricos, actualmente explotados muy por encima de su capacidad de recuperación.
Es cuestión de simple matemática saber la fecha de su agotamiento. Lo mismo, valga el chiste malo, cuando llegue el momento, podremos echarle la culpa a los aritméticos.
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