Me parece interesantísimo el movimiento de
acción/reacción que se está generando en Isla Cristina sobre el uso y disfrute
de los espacios comunes.
El bando de la alcaldía sobre los hábitos
escatológicos en la vía pública me recordó a otro similar de hace 95 años. Qué
triste tiene que resultar verse obligado a firmar esos documentos.
El debate sobre los cantes, ruidos versus descanso y
(mal entendida) “calidad de vida” puede llevar a un enfrentamiento en el que
resulta imprescindible evitar la visceralidad.
Son debates, movimientos y posicionamiento
interesantes socialmente, eso sí, no pueden quedarse en el comentario, es
necesario tomar decisiones, avanzar, pocas cosas hay tan penosas como quedarse
dando vueltas a la noria.
En reuniones, en intervenciones, en estas mismas
páginas, he hablado de la necesidad de que Isla Cristina defina su proyecto de
futuro, su estrategia como municipio, basculando hacia un tipo de turismo, el
sostenible, no vinculado al sol y la playa. He considerado y lo sigo pensando,
un error estratégico, vaciar el centro histórico de espacios y eventos de
convivencia, el Gran Vía es necesario. He pinchado al mundo carnavalero para
que evite su ombliguismo y reconozca que, hoy, es una fiesta de tercera,
mediocre y sin especial atractivo.
Cierto tono gris se está instalando. La deriva hace
que toda esta inercia esté recrudeciendo las sensaciones negativas. Hay un
importante aciago en Isla Cristina. No pretendo arrogarme nada, creo que otros
muchos lo han visto desde hace tiempo, solo hay que tener pequeñas dosis de
autocrítica, capacidad para levantar la vista y explorar lo que por ahí hacen.
El balance de 2017 ofrece datos para la reflexión.
El descenso del volumen de capturas en el puerto no parece que sea
circunstancial, los caladeros se agotan. Las cifras de desempleo, el número de
comercios cerrados, la escasa facturación del sector hostelero, el cierre de
camas hoteleras. Poco hay a lo que agarrarse.
Es necesario un revulsivo, un golpe de timón que
reconduzca la situación, por el bien de los que estamos, de los que llegarán. Repartir
miseria es decepcionante.
Para sumarse a esta afirmación en la que se puede
estar, básicamente, de acuerdo, lo que hay que entender es que cada uno tiene
que asumir su responsabilidad. Porque si reconocemos que hay un problema, solo
hay dos opciones, ser parte del mismo o de la solución, ¿de qué lado estás?
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