Como marca el protocolo han sido dos semanas muy intensas de campaña, de las que algunos ya sacan unas conclusiones muy importantes y dan como ganador a aquel candidato que más kilómetros ha realizado, como si se tratase de un carrera de pura sangres.
Asistimos con bastante parsimonia a una primera semana en la que, con una campaña de “bajo perfil” según el argot al uso, el discurso partidista y electoralista consistió en dejar al rival en el escalón más bajo posible, sirviéndose para eso de cualquier argumento medianamente defendible.
Durante esta, la segunda semana, según han marcado los consejeros de campaña, esos que cobran los mayores sueldos en este mundillo, se ha hablado de política nacional, eso sí al nivel que ya nos tienen acostumbrados nuestros cargos electos y “de partido”. Tampoco se les puede pedir más, me diría alguno.
Salvo algún partido o coalición minoritaria que intentaba hacer oir sus propuestas e ideas que están deseando trasladar a Europa, nadie ha hecho campaña europea. No han desgranado su programa electoral, que arduamente han elaborado, no nos han explicado para qué quieren ser ellos los que tengan representación mayoritaria en el parlamento europeo. No se han esforzado por transmitirnos como pueden hacer cambiar nuestras vidas desde los despachos y salas de Bruselas.
A inicio de campaña se preveía la menor participación en unas elecciones, y se pensaba que el absentismo podía superar el 60%. A mediados de campaña se publicaron algunas encuestas. Una de ellas preguntaba al ciudadano “¿Piensa ir a votar en las elecciones europeas del próximo 7 de junio?”. El 71% de los encuestados dijo “Seguro que sí”. Y sólo el 9% dijo “Seguro que no”. Si sumamos el área de “probablemente”, hoy irá a votar el 84% de la población, una utopía.
Lo único que refleja los resultados de esa pregunta es que, el ciudadano español ya no reconoce en público, y menos a un desconocido que no va a ejercer ese derecho y obligación. El español sabe que tiene que votar, es consciente de lo que supone, otra cosa es la esperanza y fe en la clase política. La distancia entre el índice de participación definitivo, minorado por los votos en blanco y el 84% anterior es el grupo de población que le importa la política pero le suena a hueco todo lo hoy por hoy suena. Ese es el único cálculo útil hoy para mí.
domingo, 7 de junio de 2009
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