Habló de ello en su discurso de investidura, y desde
entonces, lo ha repetido en varias ocasiones, la presidenta Susana Díaz ha anunciado
un compromiso firme con la regeneración democrática. Una apuesta fuerte, un gran reto que ha ilusionado a muchos.
En el día a día, además de todos esos discursos y pretensiones, los andaluces
que en estas fiestas hayan decidido dedicar más tiempo a seguir las
noticias, en vez de transportarse a mundos novelescos imaginados, y ponerse al
día de lo que va ocurriendo, pueden haberse sentido frustrados, hastiados y
hasta avergonzados, culpables en cierto modo de disfrutar de ese corto
descanso.
Porque Andalucía ha estado en portada de los noticieros y
los periódicos con un variado muestrario de noticias, a cual peor. A la, por supuesto,
inagotable retahíla de los EREs, se ha sumado el fraude de los fondos de
formación para desempleados o la comprobación que Andalucía es la región de
Europa con mayor tasa de paro. Aumento de la desigualdad social, retroceso en derechos y beneficiarios...
No, no es tarea fácil la del ejecutivo andaluz si el
objetivo prioritario se centra en salir del atolladero en el que nos encontramos. Van
ya unos cuantos años de crisis. La inoperancia, la incapacidad se ha vuelto manifiesta
desde hace ya tiempo, sólo hay que querer mirar. La petición de mayores esfuerzos a los ciudadanos y
contribuyentes empieza a rozar lo esperpéntico.
Después de varios años de zafarrancho de batalla ante la
crisis, restringiendo presupuestos, servicios, hasta derechos, la situación no
mejora, y peor, tampoco las perspectivas. La única salida para personas, para
empresas, pasa por irse. Y ante eso, los últimos logros noticiables pasan por la hipoteca de la región
extendiendo cheques en blanco a grandes corporaciones y volviendo a un modelo
puramente extractivo, llanamente de esquilma. Sin duda una hoja de ruta para la que costaría encontrar protagonista que quiera firmarla.
Si existe un factor que alimenta la autoestima de un pueblo
y lo anima a luchar, a trabajar, a seguir adelante es precisamente sentirse
orgullo de la comunidad a la que pertenece, y me temo, que a bastantes viajeros
andaluces en estos días, les ha costado hablar de su lugar de procedencia. Poco bonito de la actualidad de lo que hablar.
Tengo la funesta impresión de que ahora, quien podría hacerlo, no está poniendo el interés, la fuerza, el trabajo, la garra que debería para que los andaluces se sientan orgullosos de serlo. Respetando todas las anteriores, me parece ésta la peor noticia que podríamos tener ahora. La peor noticia es que los andaluces se puedan sentir abochornados de serlo.
Tengo la funesta impresión de que ahora, quien podría hacerlo, no está poniendo el interés, la fuerza, el trabajo, la garra que debería para que los andaluces se sientan orgullosos de serlo. Respetando todas las anteriores, me parece ésta la peor noticia que podríamos tener ahora. La peor noticia es que los andaluces se puedan sentir abochornados de serlo.
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