La posibilidad de desabastecimiento de ciertos productos
es cierto. Es un hecho derivado de la globalización y la interdependencia.
En la práctica, el país que más depende de los demás es
EEUU, el 99% del valor de su economía
depende de lo que viene o va fuera, esto es, todo depende del comercio
internacional. La UE le va a la zaga, el 98%.
Esta circunstancia ya está haciendo que algunos hagan su
agosto inflando los precios. Es una máxima, la imperfección de los mercados es
aprovechada por los predadores de sus semejantes. Oferta y demanda y ajuste de
precios, ganancia de algunos.
La raíz del problema no es el desabastecimiento sino la
falta de Gobernanza. Porque también habrá productos que se abaraten en los
próximos días, los que se producen cerca y tienen que venderse en los mercados
de proximidad.
Por eso, reclamar mayor gobernanza alimentaria se
convierte, hoy más que nunca en una reclamación necesaria. Por seguridad, por
Salud.
Es hora de que tengamos la suficiente dimensión y
necesidad de un sector primario robusto, diversificado, que cuidemos las
variedades locales, adaptar la alimentación a los ciclos de producción, en fin,
todo eso que puede ayudar a reconciliarnos con el territorio y su gente, mejor
que ofuscarnos con el reponedor o la cajera, que son, como nosotros, unos sufridores de este sistema creado para beneficio de unos pocos.
La Política Agraria Común en su enunciado inicial allá hace sesenta años, tenía entre sus objetivos prioritarios el abastecimiento propio. Lo pusieron para solventar una hipotética guerra. Hora de aprender que el crack del modelo de neoliberalismo mundial no sólo se puede producir por bombas, que, en realidad es un sistema extremadamente frágil, del que depende la humanidad.
El 75% de los alimentos que llegan al plato proceden de la agricultura familiar, la de pequeña escala. No hay economía fuerte, no hay sociedad robusta sin sus elementos esenciales de calidad y asegurados, eso, se llama soberanía alimentaria. Hora de ponerla en la agenda.
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