martes, 26 de abril de 2011

El anillamiento de aves, presión excesiva a la conservación

La primavera barre el continente de abajo hacia arriba. Las primeras crías y polluelos ya trinan en el sur, las rapaces ya ponen sus huevos en Centroeuropa y los limícolas y anátidas buscan ya sitio donde ir haciendo sus nidos allá en el norte.
Las campañas de estudio y conservación de muchas especies de aves tienen un vértice muy especial en el seguimiento de las colonias de cria: comportamiento de los adultos y control y marcaje de los polluelos. Hace unos días, Cesar Javier Palacios nos traía la historia de Wisdom (Sabiduría), una albatros de Laysan, anillada hace sesenta años y que sigue criando un nuevo pollo cada año en Midway.

No todos los proyectos tienen felices consecuencias. De hecho, son demasiados los que, debidos a una mala gestión, una mala planificación, un escaso cuidado hacia los animales, una mínima priorización hacia el fin último de la conservación, acaban trágicamente.

Los que conocemos y hemos participado en proyectos de conservación que implican manejo de especies sabemos que el riesgo a veces se materializa, “en pro de la ciencia”, solemos acallar conciencias. Cuestiono aquí la mayor, es decir, ¿hasta que punto aportan nuevos datos a la ciencia muchos de los proyectos en marcha?

Un ejemplo clarificador: Una pareja de una especie rapaz muy amenazada, decide instalar su nido en una torre artificial. Dada su importancia, colocan a un agente de medio ambiente vigilando la zona, 24 horas al día durante casi tres meses. Cuando los pollos ya están emplumados, acude el equipo de científicos anilladores. Eso sí, acompañados de un minibus con invitados. Trepan al nido, bajan los pollos, los anillan, decenas de fotos, los vuelven a subir. Al día siguiente, las crías muertas en el suelo.

Queda claro que es desproporcionado este caso real, también es cierto que no son escasas las situaciones como las narradas. En otras muchas ocasiones hay una actuación más rápida y directa, de menor impacto en el que el anillador coloca las marcas y toma medidas en el propio nido en tiempos mínimos.

Ahora bien, ¿realmente la ciencia y el conocimiento exigen tanta presión sobre las colonias? ¿El grado de conocimiento marginal por cada nueva campaña de anillamiento compensa el riesgo? La ley de los rendimientos decrecientes está marcando ya el techo en muchos proyectos de anillamiento que llegan a convertirse en acontecimiento mediático por encima de otros objetivos. ¿Y los costes económicos? ¿No será que se está creando una industria con estructuras y puestos de trabajo que justificar?

Según consta en el manual para el anillamiento científico de aves coordinado por Jesús Pinilla “En la práctica del anillamiento científico prima sobre cualquier otra cosa el bienestar de las aves. Para ello, el anillador debe conocer y asumir los riesgos y precauciones que se han tener en cuenta a la hora de capturar las aves”.

Sin afán de agredir a los que siguen un estricto código deontológico en sus prácticas y tienen un escrupuloso plan de trabajo y objetivos científicos, hay que decir también que, a pesar de las pruebas, exámenes y controles, el anillamiento de aves se ha convertido en muchos casos en una ventana abierta a aquellos que gustan de capturar y manipular aves. Van en unas ocasiones al volumen, en otras al número de especies, pero su contribución a la ciencia es escasa, y en otros tristes casos, nula. El anillamiento se convierte en un deporte sin muchos más fines que el de salir al campo.

Concluyo con otro pasaje del citado manual, del capitulo sobre objetivos que me resulta revelador: “Si planteamos hipótesis relevantes (esto es, preguntas aún no contestadas, que son muchas), deducimos de ellas predicciones que se puedan medir y planificamos nuestra actividad de anillamiento de manera que sirva para comprobar si esas predicciones se cumplen o no, contribuiremos a que nuestra actividad sirva para comprender mejor, y eventualmente ayudar, a las aves. Sólo así podremos devolverles el favor (involuntario) que nos hacen dejándose coger, toquetear, marcar, pinchar, espulgar, medir, fotografiar, enseñar a los amigos o a nuestros alumnos y, muchas veces, recapturar como si nada hubiese pasado. Si pudiésemos hablar con ellas todo sería mucho más fácil, pero seguro que también sería mucho menos divertido”.

El 26 de Abril de 1.785 nació John James Audubon. Se convirtió en la referencia de su época en pintura de la naturaleza y se fijó como objetivo dibujar todas las aves de América. Nos queda el resultado de sus trabajos aunque eran otros tiempos y otras técnicas hoy lejanas. El pintor tenía que disparar primero a las aves para después colocarles alambres y situarlas sobre la composición de naturaleza que él mismo fabricaba. Audubon escribió: "Digo que hay pocas aves cuando mato menos de cien en un día". Uno de sus biógrafos, relata: "Cuanto más rara era el ave, con mayor impaciencia la perseguía Audubon, sin preocuparse aparentemente porque su muerte acercase un poco más a la especie a su extinción".

Los científicos de la naturaleza en sentido amplio y los anilladores en particular deben plantearse que un nuevo paso, una evolución en la metodología debe empezar a utilizarse ya.

6 comentarios:

Coach dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfons dijo...

Excelente artículo y reflexión.
Felicidades.

Miguel dijo...

como todo en la vida hay que ser crítico y hacer las cosas de manera coherente...

Màrius dijo...

100 % de acuerdo.

Alberto Plata dijo...

La reglamentación actual creo que es suficiente. En mi opinión, no se puede entrar a una colonia a anillarla porque sí, debe tener un proyecto detallado y justificado detrás.

Como en todos los ámbitos de la vida, hay conductas inadecuadas que hay que perseguir. A pesar de esto sería injusto tachar de negativo una actividad que tanto ha aportado y aporta al conocimiento científico.

En resumen, Anillamiento CIENTÍFICO sí, y mucho más control en la formación, examen (sobre todo) y actividad de los anilladores, también.

Un saludo y enhorabuena por el artículo.


Alberto Plata
Anillador experto del CMA

Pepe Santamaría Reos "Santa" dijo...

Pero no sólo todo lo que has comentado, la mayoría de trabajos "científicos" están obviando el efecto de la intervención del científico en los resultados que se obtienen, aunque no lleguen a ser tan dramáticos como la muerte de ejemplares estudiados. Saludos desde La Vila.