sábado, 28 de julio de 2012

El cofre del tesoro en mis manos


Un gran libro de pájaros es el regalo idóneo para un friki como yo. Si además hablamos de una publicación clásica en perfecto estado de conservación con textos e ilustraciones de los más brillantes ornitólogos del siglo XX, el éxtasis acaba por impregnarlo todo. Se trata de “El libro de las aves de España”, es de 1.972 y lo dirigió M. Fernández-Cruz, en aquel entonces profesor adjunto de la Cátedra de Cordados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid.

Los descubrimientos al recorrer el libro son interminables, como la descripción del lugar donde suelen habitar la cigüeña negra, el águila imperial, el buitre negro, el críalo o el águila culebrera, y que describe  Hábitat típico del centro-oeste peninsular, el monte bravío se asienta sobre terrenos pobres y se ha conservado en su estado primitivo debido principalmente a la existencia de cotos destinados a la caza mayor, que lo han librado en gran parte de la influencia humana. Su extensión, sin embargo, se reduce alarmantemente, lo que podría acarrear la desaparición de especies que necesitan de la tranquilidad y cobertura vegetal que les proporcionan estos terrenos apartados e inextricables”. Magnífico, deberíamos retomar esa terminología.

Cuando se refiere a las amenazas hacia el mundo de las aves, el discurso es absolutamente premonitorio, no podemos decir que no había, hace ya tiempo, gente muy inteligente avisando: “Quienes acuden frecuentemente al campo habrán comprobado cuán rápidamente cambia de aspecto. Donde una vez hubo campo abierto, existen ahora bloques de casas, los bosques de coníferas predominan en lugares donde sólo había encinas y fresnos; y la próspera industria del turismo abre carreteras en lugares que antes eran desiertos tramos de arena. (…) La perdiz común que necesita de cobertura para anidar, sufre por el uso de maquinaria agrícola moderna; las cosechadoras aplastan los nidos y en ocasiones hasta los mismos pájaros. A menudo un labrador arando en el campo ha desviado su caballo para no aplastar los huevos de avefría, que a veces realiza su puesta sobre terrenos roturados. El conductor de un tractor no podrá hacer lo mismo”.
No puedo evitar que se me venga a la mente lo desastroso que ha resultado este año para el aguilucho cenizo pues, debido a la sequedad del terreno, se ha cosechado el trigo algo más pronto y se ha llevado por delante la mayor parte de las polladas del sur de España.
256 especies descritas, con datos y rasgos llamativos en estos días en prácticamente todas las páginas: “Si el petirrojo es conocido por todos, el pechiazul permanece totalmente ignorado, incluso en las zonas donde se reproduce y donde los machos cantan en primavera, posados a descubierto o en vuelo nupcial. Busca su alimento en tierra, corriendo igual que un ratón bajo la densa cobertura vegetal, picoteando algún animalillo. Cuando se tiene la suerte de sorprender a este pájaro en terreno descubierto, es un regalo para la vista: la pechera del macho está adornada de colores centelleantes sumamente bellos. La hembra, sin embargo, no posee esta bonita apariencia y lleva una vida más discreta”.

El libro, repleto de ejemplos muy bien documentados mantiene despierta la curiosidad y el entusiasmo, como en el caso del capítulo dedicado a las teorías de la orientación donde describe: “En julio, los cucos adultos abandonan España y emprenden un viaje que les lleva a través del Mediterráneo y el Sáhara hasta su territorio invernal, probablemente en la parte central y sur de África. Pocas semanas más tarde, los cucos jóvenes dejan los territorios de sus padres adoptivos y marchan tras sus verdaderos progenitores. Las aves jóvenes no han viajado antes, pero se dirigen al sur y vuelan la distancia precisa para llegar a un destino nuevo para ellas, pero tradicional para el conjunto de la especie”. En estos días de julio, los adultos de cuco vuelven a estar de viaje.

Y el apartado de migración: “Se han aventurado muchas hipótesis para explicar la habilidad de las aves para volver al nido. Una afirma que se dispersan al azar u algunas consiguen volver porque tarde o temprano encuentran señales que reconocen; pero esto no explica la gran proporción de aves que vuelven con éxito. Otra teoría afirma que veulan en espiral, recorriendo una zona más amplia en cada giro de la espiral; pero esto queda descartado por la velocidad con que vuelven. También podrían las aves recordar cada giro efectuado en su desplazamiento. (…) Las teorías más complejas sugieren que las aves son sensibles al campo magnético u otras fuerzas resultantes de la rotación de la tierra, pero esto parece muy poco probable”. Fantástico!, cuánto nos queda por aprender y cuanto hemos avanzado en este campo en tan poco tiempo.

Ahora que se inicia el ciclo migratorio postnupcial, pájaros y pajareros estamos inquietos, se acercan algunos de los días más interesantes del año. Seguro que las palabras de Irby fueron inspiradoras para el equipo de científicos del libro, como aún lo siguen siendo hoy, aunque la cita date de 1.895: “ Hay una gran oportunidad para que alguien con energía descubra tanto más sobre las aves del Estrecho de Gibraltar”.

Seguiré aprendiendo sobre aves saliendo todo lo posible al campo, para la vuelta, para resolver dudas y hacer consultas, tengo libro de cabecera, un detallazo de mi prima Bella que me temo no voy a encontrar la manera de poder agradecérselo suficientemente.

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