Aunque intentemos lavarnos la cara, las cifras de España en materia de gestión de agua son demoledoras. Aunque hayamos celebrado la expo de Zaragoza, aunque estemos en todos los foros internacionales de buenas intenciones, incluido el que hoy acaba en Estambul, seguimos siendo pésimos gestores de nuestros recursos hídricos.
WWF ha publicado en estos días el informe de “huella hídrica”, colocando a España en quinto lugar, tras EEUU, Grecia, Malasia e Italia. O sea, los quintos que más agua necesitamos para producir nuestros bienes de consumo. La UE amenaza con denunciar al Estado español por no depurar aguas fecales en 343 pueblos y ciudades. Consumimos, de media, 320 litros por habitante y día, situándose el umbral de la pobreza en agua en 50. Hay más, el caudal de los ríos españoles ha caído un 5% en los últimos dos años. Y todo nuestro arsenal de ideas se reduce a seguir construyendo pantanos. Esta semana, el MARM anunció tres nuevos proyectos por valor de 22 millones de euros. Y ya hace mucho, demasiado, que somos el país con mayor número de embalses por habitante.
En una charla pronunciada ayer en Almonte, Nadia El-Hage Scialabba, secretaria del grupo de trabajo sobre agricultura ecológica de la FAO, ponía de manifiesto que la sociedad se enfrenta a tres desafíos globales: la variabilidad climática, la escasez de agua y el agotamiento de las energías no renovables. Concluía, con una afirmación contundente, la necesidad urgente de cambiar nuestro modelo productivo en el sector primario, apostando por sistemas neotradicionales que respeten los equilibrios naturales. No olvidemos que la agricultura consume el 70% de los recursos hídricos del planeta.
El panel mundial de expertos por el agua, en su informe IPCC Report on water 2.008, publicado en Noviembre, asegura que España contará en los próximos años con un 40% menos de disponibilidad hídrica.
Necesitamos ser conscientes de que la solución no es embalsarla, no nos lleva a nada estancarla. Cada barrio, cada comunidad de regantes, cada hijo de vecino querrá su pantano propio como medida de seguridad para su subsistencia. Este modelo solo puede seguir desembocando en guerras por el agua de las que ya hemos vivido algunos episodios recientes.
No consiste en guardar más sino en gastar menos. ¿No resulta obvio?. Y las medidas para lograrlo abundan y son baratas.
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