jueves, 6 de agosto de 2009

Grande

Cuando se está en lo más alto, perder la noción de realidad es humano. Todo sale bien, se es bueno como profesional y el mundo te adora, te inventan pedestales a los que es complicado resistirse a subir, el ego es un reactor al que no paran de echarle combustible, cambiar de forma de ser y comportarse es una trampa de la que sobran ejemplos.

Teniéndolo todo al alcance de la mano es difícil conservar la humildad, la cercanía, la cordialidad, el cariño, las ganas de hacerlo cada día un poco mejor, respetando al prójimo, al equipo, al novato, deberse al cliente. Son esos detalles los que consolidan el mito.

El otro día muchos lo comprobamos con Bruce, un mito al que muchos no pensábamos que podríamos sacar alguna vez de la carátula del disco, de la revista, de la televisión, pero que pudimos hacerlo al interactuar con él. Porque a eso fue a lo que salió al escenario, a participar de una noche magnífica.

Convirtiendo la velada en exclusiva para los convocados. Haciendo funcionar a su equipo como un reloj suizo. Lanzando mensajes optimistas pero también crudos si la situación lo requiere. Haciendo protagonista a un chaval que casi no se enteraba lo que le estaba pasando, pero las lágrimas del padre demostraban que después se lo explicaría muchas veces. Usando una guitarra astillada por mil guerras, la mejor herramienta, la más usada. Animando a los más jóvenes del equipo para que diesen lo mejor de cada uno e implicando a todos, dándoles a entender que la oportunidad era única.

Todas críticas que he podido leer destacan el buen hacer de la persona: El País, ABC, Diario de Sevilla. Pocos calificativos quedan.

Demostrar que se es grande hay que hacerlo todos los días, en público, en privado, porque todos lo perciben, los que están codo con codo y los que se encuentran lejos. Esa es la madera de los grandes.

Por cierto, ellos pusieron la música, nos el ruido.

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