Teniéndolo todo al alcance de la mano es difícil conservar la humildad, la cercanía, la cordialidad, el cariño, las ganas de hacerlo cada día un poco mejor, respetando al prójimo, al equipo, al novato, deberse al cliente. Son esos detalles los que consolidan el mito.
El otro día muchos lo comprobamos

Convirtiendo la velada en exclusiva para los convocados. Haciendo funcionar a su equipo como un reloj suizo. Lanzando mensajes optimistas pero también crudos si la situación lo requiere. Haciendo protagonista a un chaval que casi no se enteraba lo que le estaba pasando, pero las lágrimas del padre demostraban que después se lo explicaría muchas veces. Usando una guitarra astillada por mil guerras, la mejor herramienta, la más usada. Animando a los más jóvenes del equipo para que diesen lo mejor de cada uno e implicando a todos, dándoles a entender que la oportunidad era única.
Todas críticas que he podido leer destacan el buen hacer de la persona: El País, ABC, Diario de Sevilla. Pocos calificativos quedan.
Demostrar que se es grande hay que hacerlo todos los días, en público, en privado, porque todos lo perciben, los que están codo con codo y los que se encuentran lejos. Esa es la madera de los grandes.
Por cierto, ellos pusieron la música, nos el ruido.
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