jueves, 27 de septiembre de 2012

Dolido con el presidente


Me siento realmente dolido por las manifestaciones de Rajoy ayer en Nueva York en la que destacaba la gran cantidad de españoles que no han salido a manifestarse en los últimos días. Aún estoy digiriendo mi desconcierto.
A buen seguro sus asesores le pusieron encima de la mesa los, al parecer, numerosos titulares internacionales que destacaban los disturbios de Madrid del 25S y en los que, según el signo político de la publicación, argumentaban la fatal imagen de país que se estaba dando.
Claro, es que la manifestación del 25S coincidía justo con el momento en que Rajoy iba a la ONU a pedir una silla en el consejo de seguridad. Lógicamente, cuanto más se hablase de las manifestaciones, más se hablaría también de las desproporcionales, retrógradas e inexplicables cargas policiales contra los manifestantes. Difícil, muy difícil le iba a costar al presidente justificarlas, sencillamente porque no hay justificación posible en un estado como el que teóricamente es España.
Dolido, muy dolido por las declaraciones del presidente alentando a la pasividad, a la sumisión, a la flacidez intelectual, al acatamiento sin chistar de la política que está llevando a cabo. La intención de aborregamiento, de aplacebarnos resulta indignante.
La madurez de una persona, y en colectividad, la madurez de un pueblo pasa por tener claro lo que quiere (y lo que no) y luchar por ello. España lleva unos meses despertando de su letargo, el ciudadano es cada vez más consciente que puede opinar y decidir sobre su futuro y lo expresa, de manera cada vez más clara, de forma cada vez más frecuente. La ceguera, la torpeza, la estupidez es de los políticos que no se paran a escuchar.
Las cargas del pasado martes en Madrid tienen un objetivo claro, desalentar las próximas movilizaciones, pero no, no es momento de parar, al contrario, es momento de opinar.
Viene hoy al hilo la cita del jornalero andaluz, de Lebrija según dicen que cuando el señorito le dio un duro para que fuese a votar por el partido que le indicaba, lo rechazó argumentando: “En mi hambre, mando yo”.

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