El turismo del sur de España, de la costa del sur de España,
sigue siendo estacional. Desgraciados factores internacionales están
favoreciendo el país, y hasta hace muy poco, el florecimiento del mercado
interior ha provocado una expansión de
las plazas hoteleras en la costa sin precedentes.
Los agentes económicos han reconocido implícitamente esta
característica del turismo: el clima es bueno apenas cuatro meses al año, hay
una fuerte demanda y hay que aprovecharla. Es necesario para ello dotarse de
capacidad pues si se consigue el lleno en verano, estará llena la hucha para el
invierno. La fórmula no es nueva, en realidad la vienen utilizando el sector de
la hostelería desde siempre.
Fruto de este esquema es el resultado de las actuaciones de
los agentes implicados: los ayuntamientos dejan urbanizar mucho suelo, de manera
barata y sin poner problema alguno; las constructoras proyectan mastodontes de
cemento a modo de encadenados termiteros extendidos a lo largo de la costa; y
las cadenas hoteleras y los turoperadores hacen campañas de captación y
organizan la traída de turistas.
Mientras los turistas lleguen a tiempo y se consiga una
estancia mínima por visita, a la vez que una ocupación aceptable, nadie se
queja. Los ciudadanos locales tienen empleo y el florecimiento de empresas de
servicios auxiliares es notable, el pequeño comercio local explota.
Pero en economía los ciclos son inevitables según dicen
algunos teóricos, el objetivo es preverlos a tiempo para organizar y planificar
las respuestas. Esos ciclos en el sector del turismo hacen que la demanda sea
rápidamente fluctuante, pero la oferta muy compleja de contraer. Y esto
significa que los turistas no vienen a la playa y los que vienen lo hacen menos
tiempo, pero los mastodontes necesitan de recursos todos los días para abrir.
El resultado, varios hoteles cerrados ya (Oasis en Isla
Cristina, Vincci en Ayamonte) y operadores que pliegan velas (Riu en Isla
Canela). A ello, debe añadirse el número de viviendas sin vender (segundas
viviendas en línea de costa) y la bajada de precios de las de segunda mano.
Burbuja inmobiliaria según algunos, ceguera e ineptitud digo
yo. La golosina del corto plazo no dura nada en manos de políticos y
constructores que para colmo se vacían los bolsillos al mismo ritmo que se los
llenan. Los casos de corrupción publicados siguen siendo la punta del iceberg.
El error de planteamiento en el modelo de desarrollo
económico de la costa de Huelva (al menos ahí) es haberse creído el espejismo
de que el ombligo del mundo cuando en realidad no es más que otro destino, otro
más, sin más. Y ahora, la región se da de bruces con el menos. Menos en todo:
turistas, empleo, ingresos…
Mientras mirábamos como se construía en las playas, se nos
olvidó mirar a otros sectores económicos y ahora ni hay tejido productivo, ni
empresarios, ni personal cualificado. La mitad de la población de los pueblos
se mira ahora por la calle, desconcertada, como en estado de shock. No es el mejor momento para recuperar el
terreno perdido, las circunstancias externas no acompaña ninguna, el esfuerzo
para salir de esta va a ser tremendo. Los políticos endeudados e impotentes,
las escasas empresas sin mercado y la población, los ciudadanos, pasean en
estos días de la mano de la indefensión.
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