Estos verbos tienen en común que son reflexivos, pero poco
más. Ni siquiera son de la misma conjugación.
Porque rendirse en claudicar, es otorgar, es darle el poder
de decisión al otro, es olvidarse del objetivo perseguido.
En cambio, retirarse es coger distancia, la necesaria para
tener perspectiva, valiosísima para conseguir la objetividad suficiente que permite
alejarse de las situaciones conflictivas y tomar buenas decisiones. Retirarse
otorga objetividad.
La rendición supone reconocer la derrota, la retirada
pospone la victoria
La rendición nos coloca en un plano inferior al contrario,
la retirada permite restablecer la igualdad.
La rendición es el
fin, la retirada es aplazar.
La cuestión, la clave donde se juntan los dos verbos, es en
la necesidad y en el tiempo. La necesidad de conocer el desenlace, y, a riesgo
de perder, permanecer en el campo de juego que suele ser la vida, porque un
aplazamiento es un lujo, es dar un cheque en blanco al futuro que puede traer
en la mochila peores sorpresas.
Los que tienen necesidad pero no tiempo se quedan y juegan,
luchan, expuestos a perder, pero dispuestos a ganar. Se retiran los que
disponen de tiempo y carecen de excesiva hambre.
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