A menudo puede que os preguntéis, como yo, por qué os
cautivan tanto las cigüeñas. He topado con la historia de una pareja de
cigüeñas blancas croatas que bien puede ofrecernos algunos argumentos.
Es una historia de generosidad y dedicación que bien pudiese
haber conocido Pedro I el Cruel cuando asediaba a Doña María Coronel y que
acabó con tan fatales consecuencias. Saco este caso en el aniversario del fallecimiento de la doncella sevillana.
La historia de las cigüeñas blancas de Croacia, en concreto
de la ciudad de Slavonski Brod, es realmente tierna. Ella fue herida por un
cazador en 1.993, cuidada por Stjepan
Vokic pudo salvar la vida aunque no ha podido volver a volar. Stjepan le
construyó un nido en su tejado, incluyendo una rampa hasta la buhardilla por la
que puede subir y bajar para refugiarse en los fríos y duros meses de invierno.
Malena, que así se
llama la cigüeña, tiene pareja desde hace diez años, Klepetan, que si puede
volar y cada año hace la migración de unos 14.000 kilómetros desde Croacia
hasta Sudáfrica.
Malena es cuidada y
alimentada por Stjepan durante los meses de invierno, incluso le acompaña en
sus quehaceres diarios. Cuando llega la primavera, Malena sube al tejado y
espera la llegada de su amado, Klepetan que acude en marzo, puntual a su cita
después de haber recorrido medio mundo.
Durante la primavera
Klepetan alimenta a Malena, realiza aportes al nido y cuando nacen los
polluelos lleva comida para todos. Este año de 2.012 han sacado adelante cincopolluelos y la descendencia de la pareja ya supera la cuarentena de polluelos.
Al igual que la
escena del reencuentro es absolutamente tierna, en otoño se produce una no
menos traumática. Llegado el momento de la partida, Klepetan, según los que han
podido verlo, parece llamar insistentemente a Malena, en un gesto en el que parece rogarle que lo acompañe.
Acaba yéndose de nuevo solo llamado por ese impulso irresistible de la
migración. Malena, pasados unos días, vuelve a descender la rampa del nido
hacia la casa de Stjepan.
Klepetan cumple con
su ciclo vital migratorio y volverá siempre, puntualmente y hasta el final de
sus días al nido con su pareja, la que será de por vida. Malena ante la
imposibilidad de volar permanece en ese rincón croata todo el año. El ciclo se
lleva repitiendo diez años. Sin necesidad de conceder sentimientos y pensamientos
humanos a los animales, aún tenemos pendiente aprender demasiadas cosas de
ellos.
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