La impotencia es la sensación que mayor frustración puede
causar. La impotencia desemboca en tristeza o rabia según el caldo de cultivo
que cada uno lleve dentro, el ancho de tragaderas, y el grado en que afecte a
sus constantes vitales.
Cuando se ha conocido que la privatización de la finca La
Almoraima en Cádiz es una decisión firme, muchos amigos y compañeros me están
mostrando su impotencia. Acabarán con todo, es la frase más repetida ahora en
estos círculos.
De momento están, estamos, ante el shock de la noticia, ante
la impotencia de sentirte desarmado y desamparado. Ahora bien, ni por un minuto
debemos dejarnos descender hacia la tristeza, algo podemos hacer, algo se puede
hacer.
La oposición del gobierno andaluz a la decisión del
ministerio es simple fachada. Protestan ante una decisión de sus adversarios
políticos con una mano mientras con la otra anuncian a bombo y platillo la
reapertura de la mina de Aznalcollar. La defensa de nuestro patrimonio natural,
en este caso simbolizado en la finca de La Almoraima tiene que ser una tarea asumida
por la sociedad civil.

En lugar de privatizar La Almoraima con el modelo que está a
punto de ponerse en marcha, lo que evitaría algunos costes públicos y a la vez
un pequeño ingreso puntual para el estado, puede ponerse en marcha, por
ejemplo, una experiencia novedosa en España y que podría convertirse en un hito
histórico.
La fórmula podría pasar por poner en marcha un proyecto de
Custodia del Territorio mediante el cual, aquellas personas y/o entidades que
así lo deseen, podrían, mediante concurso público, presentar al estado un
proyecto que se comprometa a conservar los valores naturales de la finca,
incluso potenciarlos y se establezcan, además mecanismos de ingresos mediante
mecenazgos, proyectos de conservación, cooperación, incluso régimen de visitas
concertadas que hagan que el espacio protegido genere recursos económicos suficientes
que garanticen su viabilidad y conservación.
La fórmula es inédita España aunque perfectamente viable
económica y técnicamente, únicamente hace falta voluntad y compromiso político.
Estamos a tiempo, no perdemos nada por intentarlo, y al contrario, mucho si no lo
hacemos.

Convertir la Almoraima en un proyecto pionero de custodia
del territorio podría resultar una experiencia maravillosa que podría, a su
vez, abrir las puertas a otros numerosos enclaves que hoy día se encuentran al
borde de la privatización o la degradación.
Hay opciones para La Almoraima, la fórmula de custodia del
territorio es una. Luchemos con fuerza por ella.
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