Hyde estaba ahí. Siempre había estado. Jekyll sólo le
abrió la ventana. Para disfrutarlo primero, para temerlo después.
La aportación de Jekyll al conocimiento, tal como él
mismo dice, consiste básicamente en confirmar que: "(…)el hombre será
finalmente conocido como una mera conjunción de personalidades múltiples,
incongruentes e independientes".
Cada personalidad es honesta consigo misma. Cada plano es
claramente coherente con sus principios básicos. Son las reminiscencias de las
otras, cuando permanecen a la vez en el mismo plano de conciencia, las que
discuten y cuestionan y dudan de sus propios pensamientos y conductas. Así, la
persona disciplinada, constructiva, trabajadora, generosa no pone en duda su rumbo
hasta que un guiño lateral, hasta que un momento de debilidad, le hace pensar
si todo eso debe ser así, si merece la pena que todo sea así. Se produce la
intromisión del “malo” en la existencia del primero, y el "bueno"
entonces comienza a no disfrutar de su generosidad, comienza a cuestionarse su
propio estilo de vida.
La manera de ser no se queda en uno mismo. Todos sus
amigos disfrutaban de la compañía de Jekyll. Todo el que se topaba con Hyde,
sentía repulsión de su presencia. Cada ser se proyecta fuera de sí mismo,
transmite y contagia su parte íntima al resto. Hyde tenía que ser solitario, no
sólo porque él lo prefiriese, sino porque nadie quería tenerlo cerca, la animadversión
que causaba era más potente que cualquier curiosidad por conocerlo.
La duda final, saber si Hyde escaparía de su destino o lo
aceptaría finalmente, carece de sentido. Una vez que una de las personalidades
asume el control, su propia honestidad lo hace previsible. Sólo dejamos de ser
previsibles cuando permitimos que varias de nuestras personalidades afloren y
convivan conscientemente en un mismo momento.
Durante un tiempo, y sin restar importancia al final
desenlace, Jekyll consiguió tener las dos vidas a las que le conducía su lado
generoso o su lado perverso. Pudo analizar la diferencia entre vivir como
Jekyll o como Hyde y las consecuencias personales y sociales de este hecho. El
resto de los mortales, que se sepa, no lo ha conseguido aún y vivimos una vida
en las que, ante cualquier decisión, siempre hay otra parte de uno mismo que
dice que debería ser al contrario. A veces, parece mandar uno, a veces otro.
Por eso somos un foco de contradicciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario