Sigo especialmente al movimiento Podemos desde que PP y PSOE
se pusieron de acuerdo hace unos meses para criticarlo. Lo consideran una
amenaza. Sólo este hecho, despierta mi simpatía.
Cuestionar el poder establecido, el modelo idóneo para unos
pocos en el que nos quieren dejar instalados, y que en realidad es una oligarquía
que exprime al resto, me parece en si mismo un motivo más que suficiente para
prestarles atención. Hasta ahora, esto mismo sólo lo había conseguido el
movimiento 15M durante unos pocos días, en los momentos álgidos de
manifestaciones. Cuánto me defraudó Rubalcaba en aquel entonces.
A continuación, llama aún más mi atención la estrategia de
acoso y derribo al que tienen sometido a Pablo Iglesias. Ese líder que tiene
tanta legitimidad entre los suyos, esa figura que tiene tanto que ganar y tan
poco que perder que se permite el lujo de decir, con toda honestidad, que está
preparado para encabezar el cambio si es lo que la mayoría quiere.
Jugar con unas reglas que están diseñadas para ser
totalmente adversas a los recién llegados, encajar golpes poderosos llegados
desde arriba, ganar simpatizantes a base de sumar gente que gracias a Podemos
convierte en ilusión la frustración que traía de otros proyectos es digno de
admiración.
Que Podemos tenga la solvencia suficiente para gobernar
está aún por ver, que Podemos es la
evidencia de la evolución y madurez de la sociedad democrática es ya un hecho.
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