La mar y los temporales lo saben todo de pandemias. Ellos
mismos son una. Se cobran tributo sin cesar. Los últimos, esta misma semana, de
la más cruel manera, a pocos metros de la orilla, desde la que los familiares y
amigos son incapaces de ahogar los gritos.
Situaciones atípicas sacan a relucir los héroes, que los
tenemos más cerca de lo que pensamos. Tener el coraje de asumir la responsabilidad
y el riesgo propio por el bien común es un ejercicio que fortalece la
personalidad y engrandece al conjunto.
Por eso tenemos que valorar que tenemos héroes repartiéndonos
las cartas estos días, arreglando cables, tecleando incesantemente en el
ordenador, surtiendo los cajeros automáticos, superando esta agresiva campaña
de miedos. Tenemos mujeres y hombres a los que les encantaría estar confinados,
que su aprensión, que sus temores los atenazan, pero aprietan los dientes.
Los marineros son héroes anónimos del día a día. Por
desconocimiento, porque no están delante de las cámaras, no sabemos de la
dureza de esa profesión, que a tantos buenos ha dejado en el camino. Un minuto
para ellos, para sentir lo que es meterse en la negrura, en la humedad y el
salitre, dejando toda luz, toda seguridad, todo cariño atrás.
Mi aplauso, mi reconocimiento a los marinos, a los
marineros, a los pescadores, a los mariscadores que se convierten en héroes al
llevar el pan y un poquito de jarampa a casa.
Debido al cierre de bares y restaurantes, de caterings, de
comedores públicos,…, a la reducción al mínimo en la distribución, el precio en
lonja del pescado fresco en nuestras costas ha bajado un 20%, puede que el
descenso de precios sea mayor. Una increíble paradoja de estos días. Gracias a
la clausura de la vida social es cuando mejor y más barato pescado podemos
comer.
El sector se plantea el amarre parcial de la flota para
reducir la oferta. Marineros en tierra, sin ingresos. Efectos colaterales de la
marea coronavírica.
Así. Valorar la profesión de la mar. Entender el valor del
pescado fresco.
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