viernes, 26 de febrero de 2021

ODA AL WALTERISMO

 Un personaje central y a partir del mismo, un mundo. Que el uno y el otro sean lo suficientemente veraces para ser cercanos y suficientemente arquetípicos para ser universales. Es el modo en el que Felipe Benítez Reyes construye una obra muy ingeniosa y divertida y con un enorme calado crítico y tono agrio como el de la vida. Un personaje, Walter Arias y una situación, haberse dormido en Ámsterdam y despertar en Melilla vestido con un camisón femenino.

El recorrido por la vida de Walter Arias y su catálogo de reflexiones transgresoras pero absolutamente verosímiles dan forma a este individuo que bien podría ser perfectamente el que acabamos de ver en esa cafetería haciéndose el gracioso y que el azar, el destino, la coincidencia, también hecha personaje en el libro como Dmitri Grappelli pueden, con un golpe llevarlo a la gloria o al calabozo.

Walter Arias es maravilloso como protagonista pues Benítez Reyes logra incorporarle rasgos de Ulises, de Quijote, de aprendiz de Freud y también de Peter Pan. Porque todo tiene una causa, todo tiene un trasfondo psicológico y todos los malos orígenes están fuera. La infantilidad y la inocencia no abandonan a Walter ni cuando es un miembro destacado del crimen organizado.

El relato en primera persona otorga una cercanía maravillosa y le proporciona al narrador todas las herramientas posibles para explicar los giros más asombrosos y descabellados en la vida de alguien que podría haber estado en todos los acontecimientos destacables de final del siglo XX. Las apelaciones del narrador al lector, agarrando su complicidad al sentir de Walter facilita seguir las peripecias de esta bala perdida por el mundo sin plantearse nada más. Como dice el propio Walter Arias sin tiempo para pensar: "yo no puede reflexionar mucho, porque tenía el mismo tiempo para reflexionar que el que suele tener un relámpago para asustar a una vieja".

Felipe Benítez Reyes confiesa haber escrito esta obra en catorce meses en sesiones diarias de catorce horas. Un tremendo maratón. Pero no podría haberse hecho de otra forma. Meterse en la piel de Walter, moverse como él, pensar como él, actuar como él es un ejercicio intenso, agotador. El narrador sólo tiene un camino, modelar la historia, sacarla fuera y alejarse de ella antes que lo arrastre al infierno paralelo al que caen los acontecimientos.

Hay que leer el Novio del Mundo. Es una novela redonda en la factura, divertidísima de seguir y muy enriquecedora por la multitud de ventanas a mundos posibles. Porque es bueno remover asientos y conciencias. Dice el propio Walter: "sabía que luchar por una Revolución era cosa de ilusos, pero también sabía que no luchar por ella era cosa de hijos de perra". Es una bonita aventura caminar entre "las estrechas relaciones existentes entre los conceptos de destino e insatisfacción".

Después de veinte años tras que la publicase Tusquet, vuelve a hacerlo la Fundación José Manuel Lara.

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