lunes, 4 de julio de 2016

El negocio del cambio climático



El clima está cambiando. Cierto. Es un problema gravísimo para el presente y el futuro. Tengamos este hecho como punto de partida.



A partir de ahí, necesitamos hacer un desglose, una segmentación de la situación, del crucial reto del problema al que nos enfrentamos para poder analizarlo y entenderlo adecuadamente.



En primera instancia es necesario diferenciar el cambio climático natural del inducido por las actividades del hombre. El clima está en continuo cambio, siempre. En la Tierra, de forma cíclica, se dan épocas de glaciaciones y otras más cálidas. Transcurren a lo largo de miles de años, y entre uno y otro extremo, el clima se encuentra en continuo cambio, etapas más cálidas y otras más frías, más lluviosas y más secas. Es un hecho que a veces se obvia de ciertos discursos, pero es este ciclo natural el que provoca la expansión o repliegue de las especies, su aparición y su extinción. En realidad, el cambio climático natural es uno de los principales impulsores de la biodiversidad, las especies evolucionan para adaptar sus ciclos al contexto cambiante. Debemos recordar que las condiciones climáticas resultaron determinantes según todos los estudios para el desarrollo de la que hoy es la especie dominante del planeta, el homo sapiens.



Y otra cosa es el cambio climático producido por las actividades humanas: la deforestación, la rotulación del territorio, la Industrialización, el consumo de energías fósiles, la generación de gases efecto invernadero,..... La acción del hombre es tan potente, que es capaz de modificar los ciclos naturales globales. Este, es el cambio climático inducido por el hombre. En si mismo es antinatural, es acelerado, y no permite la adaptación de las especies. Este cambio climático antropológico está provocando la sexta gran extinción.



Nuestra concepción antropocéntrica consumista dicta que lo importante es la mejora continua de la calidad de vida de las personas, entendiendo como tal, que, cuanto más, mejor, y asumiendo para ello que el resto de factores, de recursos, están al servicio y disposición de hombre. Gravísimo error, el hombre postmoderno tiene que reconocer que la vida va a seguir sin los humanos, que la vida seguirá después de que provoquemos nuestra propia extinción.



Cambio climático natural y cambio climático antropológico, necesario distinguirlos. Por eso es falso el discurso, el objetivo totémico de que hay que combatir el cambio climático, pues la derrota la tenemos asegurada. Hay que combatir la existencia del cambio climático inducido, asfixiarlo, eliminarlo, que deje de existir. A la vez, tenemos que aprender a convivir, a que sea un aliado en vez de un problema, el cambio climático natural. Por aterrizar la divergencia en un ejemplo concreto, consiste en tener claro que el mejor tubo de escape es el que está apagado (cambio climático inducido)  y que es utópico y absurdo que la temperatura en la ciudad sea siempre de 21 grados centígrados.



El reto entonces pasa por definir qué acciones y mediante que fórmulas tenemos que trabajar para conseguir un adecuado acoplamiento con el cambio climático natural y qué fórmulas son necesarias para combatir y anular el cambio climático antropológico.



La adaptación al cambio climático natural, en realidad, es una cuestión que tenemos aprendida. La llevamos en los genes, llevamos conviviendo con ello desde siempre. Adaptarse al cambio climático es selección de semillas y razas: plantar variedades de cultivos adaptadas al terreno, razas ganaderas que aprovechan los pastos del lugar, con buenos rendimientos según el territorio en que viven.



Adaptarse al cambio climático natural es algo que agricultores y ganaderos, que el hombre lleva haciendo desde siempre. Precisamente el aprendizaje de esta evolución, ha dado lugar a una enorme y rica biodiversidad, porque no olvidemos que el hombre también ha logrado multiplicar la biodiversidad, es lo que ha dado en llamarse la biodiversidad domesticada. Para su consumo y beneficio, si, pero que ha sido igualmente útil para la biodiversidad global.



En un sentido más amplio, la adaptación al cambio climático natural pasa por la conservación y uso del conocimiento y experiencia en el manejo de las técnicas tradicionales de agricultura,  ganadería y oficios tradicionales. Porque la mayor parte de los elementos definitorios de la vida cotidiana de cualquier territorio: alimentación, tejidos, viviendas, oficios, están íntimamente vinculados a las características de la biodiversidad y el clima de cada lugar.



Así, para seguir adaptándonos y aprendiendo de la evolución de la Tierra, tenemos ya definido un requisito y objetivo claro: es imprescindible un medio rural vivo, habitado. Establecer mecanismos que permitan vivir y trabajar en el medio rural de manera digna puede ser una eficaz vía adaptación al cambio climático natural. En ese objetivo, los estados tienen que jugar un papel proactivo fundamental.



La biodiversidad domesticada se convierte así en un seguro de vida para la humanidad. Mantenerla, potenciarla, aprender de ella es la llave de mejor futuro. Sin embargo, ahora el proceso se está invirtiendo: casi el 70% de la base alimenticia del hombre procede de cuatro cultivos: la patata, el maíz, la patata y la soja. Cultivos que, además, están perdiendo cada día sus variedades, son apenas 4-5 tipos de variedades las que se plantan mayoritariamente en el mundo. El poder en pocas manos del comercio mundial de alimentación es un error, un problema y una amenaza.



Para combatir el cambio climático ocasionado por el hombre, el cambio climático antropológico, se están desarrollando toda una serie de inversiones, de investigaciones que tienen como mitigarlo y minimizarlo. Así, se encuentra en plena expansión la denominada economía verde, que incluye e impulsa sectores como el de las energías renovables, la depuración de aguas, el reciclado de residuos, el ecoturismo, la construcción sostenible... Se están promoviendo sectores de actividad que certifican en ecológico, en eficiencia energética, espacios naturales privados…..



En esta conceptualización de la economía verde hay un error de base catastrófico: el dogma mercantilista. Combatir el cambio climático, así, en general, se ha convertido en un negocio. En vez de vender bombillas convencionales, vendo bombillas de bajo consumo o de led. En vez de coches de gasolina, coches eléctricos. En vez de prendas sintéticas, prendas naturales. Pero no conseguimos escapar ni renunciar al modelo consumista. Hemos vuelto a caer en la trampa mediante la que seguimos consumiendo, eso sí, con la conciencia ecologista calmada. No perdamos de vista una idea fuerza esencial: La energía más barata y la menos contaminante es la que no se necesita.



No podemos permitirnos el lujo de convertir la lucha contra el cambio climático en el sector atractivo para los inversores en los próximos años porque entonces, no estaremos entendiendo la verdadera naturaleza del problema. No podemos seguir consumiendo, gastando, utilizando al mismo ritmo. Tenemos que comprenderlo: El crecimiento no es sinónimo de desarrollo. Más no tiene que ser mejor. Necesitamos aprender a tener más calidad de vida con una decreciente necesidad en el uso de recursos.



Las empresas no pueden marcar el ritmo ni la intensidad de lucha contra el cambio climático porque se convertirían en juez y parte. Las empresas, por definición, como agente de oferta de mercado, tienen la obligación, y está bien que así sea, de vender productos y prestar servicios. El liberalismo en el cambio climático es poner el zorro a guardar las gallinas. 


Por eso son indispensables compromisos obligatorios y vinculantes en cumbres internacionales como la celebrada hace unos meses en París. El compromiso político internacional tiene que ser inmediato, claro, firme y coordinado.



El cambio climático es el mayor reto de la humanidad en el siglo XXI. No es cuestión de qué tipo de futuro tendremos sino de si tendremos futuro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mil gracias por el artículo. Es buenísimo. Enhorabuena. Por fin he leído un artículo sobre el cambio climático que es analizado desde el Homo sapiens hasta lo que está pasando en la actualidad.