La cabecinegra no hará nunca el nido bajo la plataforma
de la imperial. La Balompédica no se fijará la Champions como objetivo de la
temporada. A Juanito S.L. ni se le ocurre ser adjudicatario de un tramo de
autovía de peaje. El marinero en el caladero de gran sol no será el novio de la
miss que aparece en la revista desfasada.
Cada uno en su dimensión. Cada uno en su aspiración. Cada
cual en su realidad, en poner la mira en algo que quede dentro de su potencia
de tiro pues lo contrario sólo conduce a lo más profundo de minas Tirith.
Aspirar hasta lo más hondo es sano como ejercicio de
respiración, pero muy frustrante como estilo de vida. Por eso, ser consciente
de lo que queda al alcance, y por defecto, fuera de ello puede convertirse en un
termómetro vital.
Lo que para uno es muchísimo, para otro es irrisorio. Lo
que para uno es un éxito sin parangón, para otro es peccata minuta. Lo que para
uno es felicidad para otro son las sobras. Dos horas de amor por semana puede
calmar la sed de uno o avivar la llama de otro.
Ser consciente de la posición, las posibilidades y de
aquello a lo que podemos acceder y, en contraposición todo lo que no podremos
incluir en nuestro mundo tampoco es sinónimo de conformismo, sumisión o
abdicación. Solo es, toma de conciencia. Y ser consciente siempre, siempre,
aporta y ayuda.
Porque ser consciente es calibrar nuestras fuerzas y
capacidad de influencia, saber que podemos cambiar, como decía Brecht y aquellas
a las que tendremos que echar paciencia. Ese es el contrapunto, los que tienen
poca fuerza tienen estar dotados de sabia paciencia, es la palanca de
resistencia. Sólo es necesario tener conciencia de que la paciencia, aunque es
una fuerza, no genera movimiento.
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