Siendo capaces de abstraernos de nuestra condición,
conocimiento y experiencia, ganamos objetividad. Ese alejarse del problema
para encontrar las soluciones tan sano y recomendable.
Jean Tirole, Nobel de Economía en 2014 nos invita a ponernos
“el velo de la ignorancia” para plantearnos una disquisición decisional. ¿En
qué sociedad nos gustaría vivir cuando aún no sabemos si somos hombre o mujer,
si tenemos alguna enfermedad congénita, si nuestra familia es adinerada o
pobre, si estaremos en un ambiente cultivado o analfabeto, en una ciudad o una
choza remota?
Bajo esas premisas, las decisiones se hacen más racionales.
Cuando aumenta la incertidumbre sobre el presente y el futuro, nos hacemos más
prudentes, más generosos, más solidarios. Valoramos, ante todo, el conjunto, el
bien común.
La historia lo demuestra. Así ocurrió, recientemente en la
depresión ocurrida entreguerras del siglo XX o en los comienzos de la
democracia en España. Todo el sistema se volvió más solidario y generoso en el
esfuerzo en busca de la salida a tanta penuria.
Una actitud colectiva, un sentimiento transversal, que consiguió sacar del bache a las sociedades
más modernas. Los poderes sociales, políticos y económicos se alinearon. Quizá
no les quedaba otra que la destrucción. En todo caso lo hicieron. Ahí está la
sociedad estadounidense, la fortaleza centroeuropea y la fabulosa proyección
española hasta el estallido de 2007.
En la situación inversa, la bonanza, la estabilidad encumbra elites de poder que crean oligopolios, cuando no monopolios. Que diseñan aparatos normativos a
honra y gloria de unos pocos. Que amasan fortunas. Que mutilan y olvida el indispensable elemento social
que el modelo socioeconómico necesita tener.
Son ellos los que diseñaron las medidas anticrisis a su
antojo. Para los que no se creían que eran decisiones crueles y nefastas, ya
tenemos los resultados. Tener trabajo, no garantiza poder pagar las facturas, los salarios están por debajo del nivel de dignidad. Los gastos básicos, no dará derecho a tener pensiones y si a sufrir las
consecuencias de la precarización de los servicios públicos básicos. Se
considera más importante la quiebra de una entidad financiera que la dignidad
de miles de personas.
Mientras se siga considerando la crisis como una cuestión
económica estaremos fracasando. Anuncian que la economía crece mientras se
alcanzan índices de pobreza impensables, mientras seguimos teniendo una tasa de
paro dolorosísima.
La salida diseñada sólo beneficia a las mismas fuerzas de
poder que nunca han dejado su posición dominante y se agarran a la estabilidad
como mejor arma para huir del velo de la ignorancia, que ningunean las demandas
sociales tachándolas de populistas, que llevan a la práctica un silencioso proceso de
centralización del poder, que desprecian los efectos del cambio climático, que son, netamente, élites extractivas.
Despreciables que van a la fiesta con el bolsillo lleno de monedas para que los
músicos nunca dejen de tocar.
Los espejismos de crecimiento de PIB proporcionan ventajas a
unos pocos, a la vez que, muchos mantienen el resuello a duras penas
manteniendo la esperanza en que el poder aprieta pero no ahoga y se resignan a
sobrevivir. Estamos mal gobernados. Unos pocos se han apropiado de la economía
y le tienen prisioneras las alas de su componente social elemental. El problema del mundo no es la generación de
riqueza sino las formas y políticas que permitan su adecuada distribución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario