sábado, 13 de marzo de 2021

1984, ese futuro posible

 

Cuando Orwell escribió esta novela distópica, el primero que pensó en algo parecido a Internet no había nacido, así que esa idea de crear un exolenguaje, esa nuevalengua, mediante la que el poder totalitario utilizaba los canales de información para justo lo contrario, para manipular y engañar a toda la población sonaba a un futuro increíble. Nadie podía dar por cierto que en 1984 el mundo podría parecerse a lo que cuenta la novela.

Solo había que conseguir que todos aceptasen la mentira impuesta por el Hermano Mayor, el partido. Si todos los archivos contaban la misma mentira, la mentira pasaba a ser historia y se convertía en verdad. “Quien controla el pasado, decía la consigna del partido, controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”. Y aún así el pasado, a pesar de ser alterable por naturaleza, nunca había sido alterado. Lo que era cierto hoy lo había sido siempre y lo sería hasta el fin de la eternidad. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias sobre tu propia memoria. Lo llamaban “control de la realidad” y en esa nuevalengua, “doblepiensa”.

Tampoco nadie podía pensar (aún hoy) que un gobierno pudiese estructurarse en los Ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad. Para rendir cuentas del contenido de estas grandilocuentes fachadas baste reseñar que, en el ideario de 1984, la guerra no es algo que estallará, sino que es algo que estalla todos los días, en zonas determinadas, conflictos a los que nadie busca solución definitiva, de modo que, a las amenazas, a las advertencias, es necesario añadir los muertos diarios, de tal manera que la guerra no es algo epidémico sino endémico. Así pues, el partido totalitario lo tiene claro “guerra es paz”, primer axioma del partido, los otros dos son “la libertad es la esclavitud” y la “ignorancia es la fuerza”.

Orwell no podía anticipar el poder que tendrían las tecnologías de la comunicación setenta años después de su manuscrito, pero si agarró con fuerza esa característica de algún gen humano por el que todos creemos poseer la verdad y nos encantaría imponerla al resto del mundo si tuviésemos medios para ello. En alguna precuela de la obra, el personaje primigenio de 1984 lo consiguió y logró establecer un orden mundial en el que la verdad era imbuida a la población diariamente, sin menoscabo de que, en caso de resultar necesario se cambiase al día siguiente.

La posición suprema y dominante del narrador omnisciente lo capacita para lo que quiera, siendo el protagonista, Winston, y los cuatro personajes secundarios con los que se construye toda la trama, pobres marionetas, instrumentos para ejemplificar su concepción de este mundo distópico, increíble, y atención, tan escalofriadamente cercano a muchas de las pautas y conductas que hoy vivimos y sufrimos. Véase, por ejemplo, la capacidad de influencia colectiva que ha logrado, en pocas semanas, que toda una población mundial esté deseando ponerse unas vacunas que se han saltado los tiempos y procedimientos exigidos hasta ahora por las propias autoridades sanitarias.

Creo que Orwell debió colgarse en su despacho un retrato de Stalin para mantener la inspiración durante su redacción. No debemos de perder de vista el contexto geopolítico en el que vivía. Pero su fondo va mucho más allá de ser una sátira al estalinismo como algunos pretenden degradarla. A mediados del siglo XX las ansias de control mundial de algunos países habían quedado de manifiesto, era más que probable que el siguiente dictador que anhelara edificar otro imperio lo hiciese con aspiraciones mundiales. En esa época tenía mucha fuerza la idea del mundo-isla de Halford Mackinder, “quien gobierne el centro dominará el mundo-isla” y “quien gobierne el mundo-isla, dominará el mundo”. Gente del realpolitik y Hitler lo creyeron. La amenaza de concentración del poder en muy pocas manos sigue siendo una amenaza que hoy seguimos palpando. De las consecuencias de este hecho habla 1984, por eso hay que leerla.

1984 es una novela fascinante, inquietante, inspiradora para todos aquellos que tengan inquietudes por reflexionar sobre el mundo en el que vivimos. Cierto que no te agarra en la fluidez narrativa, que varios de sus pasajes ganarían con otro ángulo de visión, con mayor cercanía al corazón de los protagonistas, permitiendo que el lector se identifique con ellos, en sus miedos, en sus anhelos, y sobre todo en las revelaciones finales. Es la angustia y no la prosa la que te espolea.

La nuevalengua estaba pensada no para extender, sino para disminuir el alcance del pensamiento y dicho propósito se lograba de manera indirecta reduciendo al mínimo el número de palabras disponibles. 1984 está escrita para dar alas al pensamiento.