Se diluye la esperada ley del mecenazgo en España. Aunque el
ministro de Guindos realice un esfuerzo dialéctico para reconocerlo, lo cierto
es que la fantástica oportunidad que suponía impulsar el mecenazgo, se difumina
y se restringe a un marco que no es el que los proyectos ni los inversores
necesitan.
Según el proyecto de ley, el crowdfunding se va a ceñir a
proyectos que ofrezcan (y garanticen) rendimiento económico. Quedan por tanto
fuera todas las iniciativas de carácter social, cultural, medioambiental y de
investigación cuyos retornos hay que valorarlos sobre todo desde el ángulo de
lo intangible. Es decir, a la papelera de reciclaje los centenares de
interesantes y prometedoras propuestas que circulan por las páginas webs y
dossiers de promoción.
El que quiera poner dinero en un proyecto, tiene que, en
primera instancia acreditarse como inversor. O sea, registro previo, control,
supuestamente para evitar el fraude. Dejando fuera por defecto a todos aquellos
que, de manera espontánea y esporádica deciden participar e implicarse
monetariamente en algún proyecto. Los no acreditados, 3.000 € como máximo por
proyecto y 10.000 € en total.
El crowdfunding se define y regula entonces para proyectos que
buscan rentabilidad económica y que necesitarían captar la atención de muchos
pequeños financiadores, en otros términos, pymes en dificultades de
financiación. Llegados a este punto, faltaba un elemento en el análisis para
encajar las piezas.
Dice De Guindos: “Se trata de hacer más flexible el accesoal crédito, tanto bancario como el que circula por vías alternativas ycanalizar el ahorro hacia la inversión mediante instrumentos más ágiles”. Eso
es. El proyecto de ley tiene otra acotación: las entidades bancarias deberán
informar a las empresas con tres meses de antelación cuando les vayan a
restringir el crédito concedido o lo vayan a disminuir significativamente. Eso
sí, tendrán la obligación de emitir un informe para que las empresas puedan
entregarlo a otras entidades bancarias. Señor mío, qué color y qué términos va
a tener un informe de un banco que habla de restricción del crédito a un
cliente: “Es una empresa buenísima, pero yo no quiero darle dinero, dáselo tú”
(permitidme la ironía).
El reconocimiento de mayores competencias de control y
supervisión a la CNMV o la obligación de auditorías por parte de “firmas
reconocidas” son otros dos factores que van a estrangular innumerables
proyectos y no hacen sino colocar la decisión y el control en manos de unos
pocos. Ni siquiera el esperpéntico escudo que se han fabricado en torno al caso
Gowex lo justifica.
Si de algo podemos presumir en siglos de historia es de la
calidad y profusión de intelectuales y artistas en todas las disciplinas
eruditas y científicas. Desde hace unos pocos años parecemos empeñados en
arrasarlo todo. La anulación del proyecto de ley de mecenazgo que recibíamosaquí con importante alegría hace un año, es una tristísima noticia de esas que
tendrá incalculables pérdidas intangibles en los próximos años.
Y la regulación del crowdfunding en proyectos empresariales
tampoco soluciona el mayor problema que tenemos actualmente y es la
financiación de proyectos denominados growth y que requieren una inversión en
la horquilla de 250.000 € - 1,5 M €. En ese tipo de proyectos, por cada uno que
consigue financiación en España, son 100 los que la consiguen en Estados
Unidos. Es más, los Business Angel tienen una característica relevante en este
sentido y es que les gusta ser discretos, olvídense, no van a hacer cola para
pasar por el registro de “inversores acreditados”.
En la inversión/financiación privada, entre particulares,
entre no profesionales de la banca, en la financiación “alternativa” como la
llama el gobierno, los factores esenciales para llegar a acuerdo son: la
confianza en el equipo promotor y la invertibilidad de los proyectos,
considerando como tal, el hecho de que el proyecto sea viable, escalable y
ofrezca posibilidades ciertas de salida. Mientras la ley que promueve el
gobierno no deje que esto siga siendo así, seguiremos haciendo un pan con unas
tortas.
En un momento en el que, para entrar en deflación lo único
que nos queda es reconocerlo, en un momento en el que los rendimientos
financieros de tener el capital invertido en activos financieros no es
interesante. En un momento en el que los poseedores del capital quieren
convertirse en inversores de verdad. En un momento en el que necesitamos como
nunca dinamizar nuestra sociedad y nuestra economía. Justo en este momento,
permanecemos ciegos y obtusos a las grandes ventanas de oportunidad por querer
seguir guardando bajo el colchón el bastón de mando.
1 comentario:
Excelente artículo. Haz hecho una buena reflexión, como haces siempre. Enhorabuena.
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